Nunca quiero que llegue

Oh, el invierno, el invierno. Estación llena de magia y alegría, repleta de mejillas enrojecidas y sonrisas blancas, enormes y radiantes. Estación de fraternidad con la familia, los amigos y los no tan allegados. Cuán bonito es el invierno que incluye a la no menos preciosa Navidad.

Las calles repletas de luces, los centros comerciales llenos de hombres vestidos de duendes y Papá Noeles. De guapas mujeres con piernas tan largas que les llegan hasta el suelo y un escote de aquí a San Petesburgo. Pero qué bonita es la Navidad, coño.

Te levantan los gritos de tu madre porque ha nevado y los árboles ya no son verdes sino blancos, los coches ya no son coches sino igloos, y las calles ya no son calles sino campos de batalla donde el mayor arma es una gran bola de nieve.

Pero y si no... qué. No hay nadie en la calle. Puedes discutir contigo mismo en voz alta (y acabar teniendo la razón) y nadie te mirará raro, ni te tachará de loco, ni acelerará el paso pensando que has empezado las fiestas antes de tiempo.

Todo un año sin saber de ellos y juntarse un día para cenar para olvidar todos los malos rollos con una manta dulce cariño y con olor a cordero asado. Bravo.

Y mientras los centros comerciales llenando sus arcas porque para demostrarnos lo mucho que nos queremos nos dejamos un riñón, un ojo y hasta pierna y media en regalos. Cada cuál más grande, con una caja aún más grande,con un envoltorio con el que podemos arropar a Pau Gasol  y con un lazo que daría dos vueltas a la Tierra y aún podríamos dar otra media.

La Navidad es una fiesta de fachada, donde nos hacemos nuevas promesas que nunca cumpliremos. Si quieres hacer algo en tu vida no lo prometas en Nochevieja, chico.

Nunca quiero que llegue y nunca quiero que se vaya.

¿Por qué con las mujeres me pasa igual?

Hay que ser un cerdo y un cabrón

Ayer hablé con Dios. Fue una charla bastante amena y relajada, como una imagen típica de sobremesa navideña. La verdad es que Dios no es como lo pintan en los libros, no tiene largas barbas blancas, ni un cuerpo musculoso, ni una gran túnica impoluta. El tío iba con una camisa amarilla y unos vaqueros bastante cutres. Es comprensible, si se tiene que encargar del equilibrio del Universo no puede estar atento a las actuales modas.

Estuvimos hablando de todo un poco. El tiempo, deportes, mujeres... lo normal entre dos hombres. Reconoció que se le fue la mano con el asunto del volcán, se metió en la ducha y cuando quiso pararlo ya era demasiado tarde. El Barça-Madrid lo vio en un bar, como yo, pero casualmente ya sabía cómo iba a quedar (esto de ser Dios tiene unas ventajas...).

Cuando llegó el tema de mujeres yo creía que me iba a aburrir con innumerables historias de ligues de una sola noche. La verdad es que siendo todopoderoso tiene que ser sencillo entrarle a una chica: "Hola guapa, soy yo, Dios". Pero no, la verdad es que me sorprendió el hecho de que está en la misma situación que yo.
Por lo visto las mujeres crean una imagen de él que no son capaces de saber llevar. "No eres tú, soy yo", "No estoy hecha para ti, tú te mereces algo mejor", "Verás como encuentras a alguna que te quiera de verdad"...

Ante esta situación llegamos a una conclusión bastante dura: hay que ser un cerdo y un cabrón.

Esas son difíciles de matar

"Con cada vaso de licor que tomas acabas con cientos de esas células. Pero eso no importa mucho porque tenemos millones. Primero mueren las de la tristeza, así que estás sonriente. Luego mueren las del silencio y todo lo dices en voz alta, aunque no haya ninguna razón, pero eso no importa... no importa, porque después mueren las de la estupidez y hablas con inteligencia. Y por último, las células de los recuerdos... esas son difíciles de matar..."
La leyenda de Bagger Vance

Y después de eso no volver a verlas, nunca.

He decidido sacarle partido a la rutina. Como durante este mes se ha ido acomodando en mi vida casi sin darme cuenta, tendré que sacar algo de provecho.

He decidido fijarme en los pequeños detalles que hay a mi alrededor. Esos detalles en los que la gente normal y corriente no se suele fijar ya que están absortos, buceando por sus ajetreadas y aburridas mentes, mientras todos esos detalles hacen señales para que nos fijemos en ellos.

He descubierto, por ejemplo, que si te sientas en dirección contraria al sentido de la marcha de un tren te mareas. Me he aprendido de memoria el orden de las piezas que hay en el trayecto Las Margaritas - Atocha. Me he quedado embobado mirando las fachadas de cal de Villaverde, o los muros de ladrillo derruidos de la antigua parada de El Pozo.

He escuchado como una chica rompía con su novio por el móvil, conversaciones indescifrables entre marroquís, guineanos, japoneses, ingleses... He visto como un hombre se arrodillaba en el suelo pidiendo limosna para poder comer ese día, al igual que una mujer en paro, o que un lisiado que no encuentra trabajo sólo por carecer de una mano.

He pasado veinticinco minutos viendo como un bebé se reía sólo por hacerle pedorretas, como una chica me retaba con la mirada y momentos después era incapaz de seguir mirándome, apartando la vista y encendiendo sus mejillas por la vergüenza, como un hombre se colgaba un cartel en el que había escrito: "Despiértenme en La Garena."

Pero yo creo que lo mejor de todo es que me he enamorado de mil sonrisas, de sus dos mil miradas, sus cientos de gestos casi imperceptibles. Diez minutos me han servido para imaginarme horas de besos y abrazos, frases que salen del corazón a través de mi boca, que entran por sus oídos y llegan a su alma para descansar allí por siempre, momentos parecidos pero únicos realmente... y después de eso no volver a verlas, nunca.

El loco no soy yo, a mi me buscan las psicólogas

Estoy buscando una cardióloga pa' este corazón que no dialoga,
tal vez, una piloto que me enseñe a volar, a mil por hora,
un rato a solas, que hablemos de Pitágoras,
el loco no soy yo, a mi me buscan las psicólogas.
Que alguna matemática de números periódicos
me cure esta nostalgia con algo de su físico,
si eres de letras tal vez tengamos química,
arderá la biblioteca con la primera chispa.
Azucarada me sabe fantástica,
mi media naranja es más dulce que ácida,
unas con el Myspace lleno de visitas,
y otras que enamoran sólo a primera vista.
Chica de mis sueños, tendrás que acelerar más,
dame ese beso antes de que suene la alarma,
ya se que no estás cuando despierto,
no me pellizques que sé que no es cierto.

¿Dónde crees que vas? Quítate las medias naranjas,
hay tiempo de sobra, no abrá más colores a partir de ahora.
¿Dónde crees que vas? Quítate las medias naranjas,
tu nombre se borra, no habrá más colores a partir de ahora.

Y aunque salías en la foto movida,
unos ojos tan tristes nunca se olvidan,
no te quitaste las medias de rejilla,
yo sólo quería lamerte las heridas.
Pero se hizo de noche antes de que nos acostáramos,
el tiempo, ya sabes, se me fue de las manos,
yo, que vi tropezar al caballo por el
que siempre apostábamos.
Costaba entender todo lo que decías,
en tu boca tan grande, pequeñas mentiras,
salían en filas, desordenadas,
las chicas como tú no se merecen ser tan guapas.
Pero ella mira por la ventana,
sí, sí, más clara,
aunque yo empiece con la primera mirada
tú siempre te quedas con la última palabra.

¿Dónde crees que vas? Quítate las medias naranjas,
hay tiempo de sobra, no abrá más colores a partir de ahora.
¿Dónde crees que vas? Quítate las medias naranjas,
tu nombre se borra, no habrá más colores a partir de ahora.
¿Dónde crees que vas? Quítate las medias naranjas,
hay tiempo de sobra, no abrá más colores a partir de ahora.
¿Dónde crees que vas? Quítate las medias naranjas,
tu nombre se borra, no habrá más colores a partir de ahora.

La vida se ve tan fácil aquí sentado

- Anoche volví a tener ese sueño.
* ¿Otra vez?
- Sí, otra vez. Lo peor es que me estoy acostumbrando.
* No deberías.
- Ya lo sé, pero no puedo hacer nada. Si pudiese controlar mis sueños...
* Intenta no pensar en ello.
- Lo he intentado, pero no puedo evitarlo. Cada vez que cierro los ojos allí está... Sólo hay oscuridad, después comienza a aparecer un par de ojos... son preciosos. Después se perfila su nariz, sus labios, sus mejillas... Es terrible, ya no sé qué hacer.
* Deberías dejar de pensar en todo aquello. Lo único que haces es joderte a tí mismo.
- Pero ¿y si es lo que quiero? No sé. Ya no sé ni lo que quiero. Por un lado quiero olvidarlo todo, hacer borrón y cuenta nueva... Pero por otro lado no quiero olvidar nada, quiero que todo vuelva a ser como era antes. O no... no lo sé. Me gustaría no tener que vivir esta situación, siempre en una puta duda constante.
* Deberías dejar todo durante un tiempo. Sal ahí fuera y vive como nunca antes has vivido, disfruta al máximo cada momento y píllate las mayores borracheras jamás cogidas.
- Me he vuelto inmune al alcohol.
* Pues eso es una putada, eh.
- Si, una putada de las grandes.
* ... hoy se ven muchas estrellas en el cielo, ¿no?
- Si... ¿te has dado cuenta de que siempre terminamos sentándonos en el mismo banco?
* Conoce todas nuestras historias.
- La vida se ve tan fácil aquí sentado...

La misión sólo termina cuando mueres

"Si es que Dios ha creado algo mejor que el crack o la cocaína se lo ha guardado para él. Pero es como el suero de la verdad, deja bien al descubierto lo que eres. Si resulta que eres un despreciable hijo de puta, capaz de vender a tus hijos por una calada de crack, el crack lo sacará a la luz. Ya seas negro, blanco, rico, pobre... tras la primera calada sólo hay una misión, y esa misión no termina nunca. Pierdes la casa, la pasta, a tus seres queridos, te meten en chirona y sigues intentando comprar. La misión sólo termina cuando mueres y te han enterrado. Por eso no quiero oir nunca que tú te metes esa mierda. ¿Me has entendido?"
Clockers

Escondo más de lo que enseño

Podría joderos tanto con un ritmo y con un texto
que me abruma el simple hecho de pensarlo,
no hacéis nada que merezca la pena,
os columpiáis como Lebron comparándose con "Mike" Jordan.
A golpes con un futuro al que no evito,
cuanteando con el tiempo, cada uno carga con su peso,
mi cruz al cuello, tu vista al cielo,
y yo en el barrio, sólo, estricto y serio.
Escondo mucho más de lo que enseño,
vuelta a los días con un sampler que me rula Juanjito,
bajando Ibarra día a día viendo las mismas zapas colgando,
no es que mire mal primo, es que frunzo el ceño.
Matemáticas de bloque,
que muchos van de que controlan y no ven venir el choque,
estoy en tu top-ten de recuerdos que te joden,
tú no dejas que ninguna de esas zorras te deslumbre.
Dejaré con ganas de más cuando me muera,
asi que hazme inmortal, guarda mi foto en tu cartera,
lo saco de dentro, no puede ser bonito,
los míos siguen reales como negratas jugando a los dados.
Detrás del fajo, veinticuatro/siete,
con las muelas hechas trizas de apretarlas,
esto es rap no confundas, en la calle no dan vendas,
por cada palabra que suelto me partiría los dientes.
Escucha más que hablas, Fabbi parte,
suelo cambiar mi piel por la de otros pa' no columpiarme,
sucio en vocabulario y en sonido, es un aviso,
el mundo está ahí fuera como los billetes, sal y cógelos.
Te faltan ganas y cojones,
mientras muros grises son testigos de que ando y pierdo la vez,
boqueando demasiado, esos hijos de puta no salieron del barrio,
no vieron las cucharas y el yogurt líquido.
No existen los killas a medias,
mis hermanos soltando humo y gastando horas,
sabías a lo que venías antes de cruzar la puerta,
el resto conciencias muertas.
Bienvenido a la caida contra el suelo primo,
soy corredor, mírame de arriba a bajo perro
otro clásico del barrio, si,
otro clásico del barrio.

Cada día con menos días

Meto la llave en el cerrojo, giro 45º hacia la izquierda, empujo y abro la reja. Saco la llave y cierro de nuevo. Subo seis escalones, avanzo un par de pasos y vuelvo a meter la llave en el cerrojo, esta vez de la puerta principal. Giro la llave 360º hacia la izquierda, dos veces. Giro otros 45º, empujo y abro la puerta. Saco la llave, entro, enciendo la luz y cierro la puerta. Echo la llave.

Avanzo hacia el mueble del pasillo. Abro el primer cajón y dejo las llaves. Sigo hacia el salón, enciendo la luz, me quito el abrigo y lo dejo en la silla. Saco la cartera, el bono, el móvil y el mp3. Lo dejo todo en la mesa. Apago la luz y salgo.

Apago también la luz del pasillo, subo los dieciséis escalones. Me asomo a la habitación de mis padres, están durmiendo. Voy a la habitación de mi hermano, abro la puerta, está durmiendo. Entro y apago el flexo. Yo también tenía miedo a la oscuridad. Salgo y cierro la puerta. Entro en mi habitación, a oscuras, me quito las deportivas y las dejo por medio. Me quito la camiseta, la dejo en el respaldo de la silla. Me quito el cinturón, lo dejo encima de las zapatillas. Me siento en la cama, me quito los calcetines, encima de las zapatillas. Giro la cabeza hacia la derecha y miro por la ventana. Fuera hace frío, mucho frío. La luz de la farola entra y proyecta las sombras de las rejas en el armario. Pienso en cómo ha ido el día. Esta es la peor parte de todas, sobre todo cuando llego a la conclusión de que no tendría que haberme levantado hoy. Me quito los pantalones y los dejo encima de la camiseta.

Estoy sentado en calzoncillos, metro ochenta y siete, sesenta y seis kilos. Cada día más delgado. Cada día con peor cara.

Cada día con menos días.

He decidido que os den por el culo a todos

El reloj marca las tres pero yo no quiero volver a casa. Prefiero sentarme en un banco bajo el amparo de la oscuridad y las mejillas jodidas por el frío que volver. No quiero que este sentimiento termine. El sentimiento de que todo va bien, de que la vida ha cesado en su afán de joderme. Pero no puede ser.

He decidido que os den por el culo a todos.

No sabes lo que cuesta amarme

¿Sabes qué día es hoy? No, no lo sabes, claro que no lo sabes. Ya todo te da igual. Hace tiempo contaba cada segundo que pasaba y ahora mismo todos los días me parecen iguales. Sentado en el tren, mirando por la ventana viendo como dejo atrás todo aquello que creía que era mío.

No vengas a buscarme porque no voy a estar. No llames al teléfono porque nadie va a cogerlo. No esperes una sonrisa sincera porque nadie tiene ya motivos para sonreír.  No te pido que me entiendas, ni siquiera que me prestes atención. No sabes lo que cuesta amarme.

La vida es como un libro para un niño pequeño. Sólo nos fijamos en los dibujos sin entender qué coño está pasando.

Estás empezando a darte cuenta de que la vida no es tan bonita como lo pintan tus canciones.

Esas son difíciles de matar

A veces quedo con el tío que hay en el espejo para charlar un rato. No nos vemos muy a menudo porque no suelo tener mucho tiempo, pero cuando nos cruzamos se nos va la tarde.

Dice que los años me pasan de cinco en cinco o al menos eso aparento. No sabe qué me pasa exactamente, que siempre ando cabizbajo, ensimismado, aislado de todo lo que me rodea. No estoy ni triste ni contento, simplemente no estoy. Me pregunta qué me pasa y siempre le contesto que no sé.

La vida no me trata mal, pero de vez en cuando me da hostias de las buenas, de las que hacen herida bien dentro y tardan mucho en curarse. Además estoy acostumbrado a taparlas y no dejarlas respirar, con lo que cicatrizan lentamente, sin llegar a cerrarse del todo.

Recuerdo un fragmento de la película La leyenda de Bagger Vance que decía así:
"Con cada vaso de licor que tomas acabas con cientos de esas células. Pero eso no importa mucho porque tenemos millones. Primero mueren las de la tristeza, así que estás sonriente. Luego mueren las del silencio y todo lo dices en voz alta, aunque no haya ninguna razón, pero eso no importa... no importa, porque después mueren las de la estupidez y hablas con inteligencia. Y por último, las células de los recuerdos... esas son difíciles de matar..."
La verdad es que yo he acabado alguna vez empapado en alcohol, en alcohol y en lágrimas. Y es cierto, muchas veces se bebe para olvidar, pero al final olvidamos por qué bebemos y pierde todo el sentido seguir bebiendo y olvidando.

Las heridas dejan de doler cuando ya no las recuerdas, pero yo no quiero olvidarme, sólo quiero que dejen de doler. Supongo que es algo imposible porque siempre va a estar ahí, para bien o para mal. Supongo que necesito encontrar a alguien que me las cure. Pero me da miedo que crea haber encontrado a mi doctora y al final acabe haciéndome nuevos cortes y tenga que renovar las vendas, no sé, no sé.

En cierta medida soy un poco bipolar. Puedo ser la persona más alegre del mundo y al poco tiempo estar ahogándome por dentro e intentando achicar agua... es terrible.

Mi vida se resume a música, alcohol, lágrimas, sudor, noches de insomnio que se mezclan con madrugadas... Lo único que puedo asegurarle al tipo del espejo es que aquí no soy feliz.

Nadie que escriba algo que merezca la pena puede vivir en paz.

Cada cual que elija la que quiera

"Vuelve la rutina y el mal humor de mi texto,
quemando ya los últimos de agosto"

Si hay algo que odio es la rutina, y lo peor es que ya es rutina odiarla.

Acabo odiando la rutina veraniega de estar todo el día medio ausente, bañado en un sudor pegajoso y rezando porque se haga de noche. Y cuando ya no hay Sol, lo mismo. Ni una ligera brisa, sólo calor, calor, y más calor.

"Vuelvo como vuelve el invierno en diciembre,
lo bueno acaba, nunca nada será para siempre"

Acabo odiando la rutina invernal de estar todo el día congelado, perdiendo la sensibilidad de los dedos, de la nariz, de la cara... lo bueno es que las hostias duelen menos.
Harto de la rutina de asomarme por la ventana y no ver más que nubes, árboles desnudos, kilos y kilos de ropa de abrigo: gorros, guantes, bufandas, donde se supone que debajo hay eso que conocemos como persona.

No hay nada peor que la rutina. Todos los días parecen iguales, las ganas con las que empiezas estos periodos acaban desmigándose cada día que pasa, quedándose al final en simple apatía y automatismo, es terrible. Y al final miras hacia atrás y te ves sonriente, con ganas de comerte el mundo, con una alegría incomprensible por estrenar la ropa y piensas: pobre iluso.

Al fin y al cabo la vida es puta pura rutina. Siete días a la semana, cuatro semanas al mes, doce meses al año, ni se sabe cuántos. Hay que disfrutar los pequeños cambios al máximo, porque la vida se acomoda y no nos ofrece tantas experiencias intensas como a nosotros nos gustaría. Por eso yo me las invento, me sumerjo en mis textos o ideas, camino por la calle imaginándome situaciones rocambolescas de las que salgo siempre más o menos airoso.

Es una manera de acabar con la rutina, cada cual que elija la que quiera.

"Un día más, crecí en un barrio sin estrellas,
dieciocho inviernos sacando ánimo de entre las piedras"

No es otra cualquiera

Hoy es una de esas noches que tanto me atormentan últimamente.

Desde hace un tiempo me persiguen, intentan hacer pasarse por una noche como otra cualquiera, únicamente caracterizadas por la presencia de la Luna, la ausencia de ruido, de gente caminando por su implacable oscuridad… Pero no, no es otra cualquiera.

Tienen algo diferente, algo que no logro descubrir qué es, pero que me mata el espíritu y a su vez me invita a desafiarla, proponiéndome siempre los mismos retos, con distintos obstáculos, y siempre con el mismo final, nada.

Una idea revolotea dentro de mi cabeza, asomándose al exterior, temerosa de ser oída, descubierta, arrancada del lugar donde está acompañada de otras miles de ideas que tienen el mismo sentimiento. Intento atraerla con música, y parece que le gusta, todas se agitan, revolotean más rápido, comienzan a salir de mi cabeza sin ningún tipo de orden y, cuando ven lo que les espera fuera, vuelven a entrar tan rápido como han salido. Vuelvo a incitarlas esta vez sin música, las invito a que salgan y se plasmen sin ningún orden concreto, tal y como ellas decidan, ofreciéndoles la libertad que tanto ansiamos algunos a la hora de plasmarnos en la vida real pero, nuevamente, nada.

Pienso que quizá la culpa es mía, que algunas ideas no están hechas para ser expresadas, que es algo innato en el ser humano el hecho de no saber expresarse tan claramente como parecía en un principio, no lo sé. Cierro los ojos, ahí están, se ve todo tan claro. El Sol que hace apenas cinco horas me permitía ver el mundo real con una nitidez insultante ahora ilumina mi cabeza dejando ver cada esquina, cada resquicio, cada hueco normalmente oculto… Pero abro los ojos y de nuevo oscuridad.

El problema soy yo. Todo está quieto, colocado alfabéticamente, por tamaños, colores, formas, y en el instante justo antes de expresarlo, ¡PUM!, una explosión caótica revuelve todo y toca ordenarlo de nuevo. Así es imposible.

He pensado en dejarlo un tiempo, hacer que mis ideas echen de menos el mundo exterior, ser compartidas con otras personas y conocer más semejantes en otras cabezas para, así, el día menos pensado, salgan todas en orden, del modo en que yo decida, con la facilidad con la que han sido creadas. Esto me hace sentir como un profesor, quizá de guardería, o de primaria. Castigar a los niños por su mala conducta hasta que decidan que es el momento de hacer las cosas bien por su propia cuenta… no lo sé, no es el método que más me gusta, pero al final es el único que funciona. ¿Por qué siempre funciona lo que menos nos gusta hacer, lo que más nos duele o más daño nos hace? Tampoco lo sé.

Me doy cuenta de que no soy ningún profesor. Aunque escriba métodos y recetas para curar el alma (algunos lo llaman canciones…), son métodos personales, quizá no aplicables a otras personas. Quizá les dé esperanza de ser su salvador espiritual y no sea así, sólo les haga creer que sí, les haga engañarse a sí mismos… no, no soy un buen profesor.

Pero me dicen que no lo abandone, que siga intentándolo. “Seguir intentándolo”, una sutil manera de decirte que has fallado, o que lo que has hecho no es suficiente, sigo sin saberlo. Yo quiero creer que me queda poco para alcanzar... algo, no sé el qué, y quizá el no saberlo me empuje a querer llegar a ello.

Me gusta pensar eso, porque si supiese lo que me espera al terminar con esto, quizá pensaría en que no me compensa, o quizá las ansias por llegar me hiciesen perderme muchas cosas… apúntalo a la larga lista de cosas que no sé.

He de admitir que estaba enamorado de ella

Llegaba tarde a mi cita, como siempre. Una botella de ginebra y unas antiguas revistas musicales tenían la culpa.

La noche había sido muy larga, demasiado larga para haber sido sólo una, quizá fuesen dos… El correo estaba sin abrir y las sábanas respiraban por fin entre lágrimas, alcohol, sudor y sexo. Unos cuantos años se perdían por el desagüe acompañados de agua y jabón, mientras mi voz ronca y rota cantaba sin mucho acierto el ‘New York, New York’. Después de volver de entre los muertos busqué en la nevera algo parecido a un desayuno, cada vez llegaba más tarde.

La ciudad es bonita en esta época; Chinatown comienza a llenarse de puestos de frutas y flores, los negocios de Little Italy emergen de las alcantarillas, los rusos invaden los cafés mientras planean cómo matar a un tipo que sale a trabajar como todas las mañanas desde hace quince años, y que sólo tuvo una mala racha jugando al Black Jack. Mala suerte. Los negros saltaban a las canchas intentado a emular los míticos duelos Jordan-Johnson, Bird-Stockton, pero al final acaban gritándose: ‘ha sido pasos, negro’, a lo que el otro le respondía: ‘¿pasos?, tú no ves los pasos ni aunque te los haga en la cara hijo puta’.

Seguro que se estaba preguntando dónde diablos estoy.

El señor Strauss debe estar gozándolo en su Gloria, ciento veinte pavos por unos míseros vaqueros pero, eh, pone Levis. Las camisas rezan por volver a sentir el acero caliente de una plancha que olvidé como usar en cuanto dejé de vivir con mamá y papá. Me até los zapatos y di las gracias a Dios por mantenerme con vida otro día más.
Desde la puerta el piso parecía la recepción de un local de crack, si es que existen; cajas de pizza, Rolling Stones que valdrían cien de los grandes si no las usase de posavasos para botellas vacías de whisky o bourbon, películas porno, cajetillas de tabaco, pitilleras, ropa interior de mujer – ¿de qué mujer sería? ¿Y cuándo coño estuvo aquí? – y un largo etcétera.

Desde el pasillo se escuchaba a la mujer del casero gritar al joven del cuarto piso que aún le debía el alquiler de ese mes. Pobre infeliz, a ese chaval se lo habían cargado en una de las muchas esquinas de la ciudad por quince mal cortados. 

Debía ir por el segundo o el tercer café, si es que no ha empezado ya con el vino.
Había quedado con una mujer a la que conocía desde hace al menos veinticinco años. Su nombre es lo de menos. A mí me gustaba llamarle La Grand Marnier, ya imaginarás por qué. Era una mujer preciosa, bajo mi punto de vista, pelo largo, morena, ojos oscuros, labios finos… Pero lo que más me atraía de ella era su capacidad de vivir la vida, siempre llena de energía, ganas de pasarlo bien, de conocer gente. – La vida hay que vivirla. Pero es como todo, hay que saber, y eso requiere tiempo. Si no empiezas pronto, cuando te decidas a aprender y, por fin, sepas, no te quedarás fuerzas para vivirla. Es más, puede que ya estés tieso – Toda una filósofa.

Nuestra relación era extraña. Éramos amigos y nos queríamos, y a su vez nos servíamos de desahogo sexual de vez en cuando. He de admitir que estaba enamorado de ella, pero cómo iba a decírselo. Una mujer hermosa, con clase, buena posición económica...

Con un hombre como yo, borracho la mayor parte del tiempo, muriendo un poco más cada vez que la llama del Zippo entraba en contacto con un cigarro, a punto de quedarme sin luz por no pagar las facturas, crítico conmigo mismo hasta el punto de ser autodestructivo. Alma de poeta y corazón de barro, un semi bohemio que había soñado con vivir de sus escritos, pero que no escribía, un intelectual que vivía en un poema que no rimaba, un bastardo que agonizaba empapado en alcohol, esperando a que los pulmones fallasen y el coma etílico pusiese fin a esta mierda. Al menos sé que tengo un buen asiento reservado en el infierno.

Me paré en una tienda a comprar algunas flores. Como no soy un gran entendido le dije a la dueña que eran para una amiga un poco especial, y ella hizo el resto del trabajo. También perdí un poco de tiempo en un estanco comprando tabaco de liar, una cajetilla nueva y un Zippo que tenía escrito en el reverso: Hazlo por ella.

Como ya llegaba casi una hora tarde decidí acelerar la marcha. Es curioso observar a las personas. Cada una es un mundo y cada mundo es un pañuelo, o algo así creo recordar. Los hay altos, bajos, gordos, flacos, rubios, castaños, calvos, melenudos, con bigote, sin él, con traje, con chándal, deportivas, zapatos… todos distintos y con una cosa en común, sólo piensan en ellos mismos. Si levantas la cabeza mientras andas por la calle te das cuenta de que todos van mirando no mucho más allá de sus propios pies, como reservándose a los demás, egoístamente, haciendo parecer que cruzar una mirada doliese. Un día decidí salir a la calle sonriendo, y es asombroso la cantidad de gente que te para por el camino y dice: ‘un gran día, eh, qué te ha pasado, has mojado a que si, lo sabía…’ ¿Tan raro es sonreír hoy en día?

Voy sin musa y con el corazón a voces

Otro viejo día huele a infierno cabreado con el mundo,
sin espejo que refleje a la más bella del reino,
busco el rumbo, mi rango, a tientas el cuaderno
y una frase que me explique por qué coño me levanto.
Voy sin musa y con el corazón a voces,
en busca de una excusa que me salve o crucifique,
hoy vuelve a ser martes, yo sigo en mis trece,
tú no te preocupes, dijo: ya tendrás más suerte.
Y ni un verso hasta que anochece,
las paces con el boli y vuelvo al catre,
amor para mis panas, dolores por mis penas,
tú vigílame en la última frase.
Pensé en desvanecerme pero cada
rosado amanecer en mi almohada vino a visitarme,
me estoy muriendo y no es por dentro
es por cojones y no entiendo por qué no podéis dejarme.
Vigilo la presión, no por vocación,
finge una canción, escribo alta tensión,
y no hay competición si vienen por el don,
mi próximo renglón se lo dedico.
Es que un cabrón puede hacer cambiar el mundo,
pero no hay uno en este mundo que cambie a este cabrón,
con un anecdotario empapado en alcohol,
en olor a tabaco y sabor a ruina voy.
Añoro la inocencia de la infancia,
si supiera algo de mi no le daría importancia,
la arrogancia es justiciera aunque no sea de verdad,
piso con seguridad sin saber lo que me espera.
Nací en un viernes, moriré en domingo,
viviendo sucio, sonando limpio,
fuera mal tiempo, gris nube rondando
y tú cuándo me has visto despertarme sonriendo.
Tomo el mando, las cosas no son para tanto,
las cosas no son al menos fuera de mi cuarto,
dentro todo es demasiado,
asi que si te dicen algo ando por ahí fuera tirado.
Condenado por la parte que me toca,
en un soportal aprendía a soportar a alguna loca,
con la lengua rota, casi noqueada,
aún sé tocar en tu paladar la última balada.
¿Se me nota? Lo de llorar callado digo,
lo de estallar en llanto sólo dentro y cuando escribo,
un examen de conciencia suspenso es un castigo,
¿musa? no, mi Zippo y el abrigo.

"Escribir algo que sabes que nadie va a leer...
seguro que Dante también lo calificaría de inútil."

En ruinas como Roma, que el amor no cueste nada,
un grito en la almohada y un silencio tras la coma,
en la loma por el punto que todo deje aparte,
en mi cuarto, sin ganas de verme ni de olvidarte.
Perdona, a veces olvido lo importante,
a veces la cartera pero sigo para alante
y todo tu falso talento me lo paso por el forro,
en la calle no hay inventos, asi que mejor corre.
Caliente, como la ilusión que pierde fuel tras la pendiente,
confío en un milagro o en la suerte,
valiente, amante del flow de antes,
atiende, decía que olvidaba lo importante.
De frente el corazón se te hace grande,
él sabe que es un cabrón y por eso se esconde,
mi obra de infancia "Las palabras" como Sartre,
escribo bajo el saxo tenor de "Johny" Coltrane.
No entiendes lo que tramo,
feliz juego en un banco, sentado, con la gente que amo,
y si pudiera viviría en la sonrisa preciosa,
pero ya lo he descartado asi que piensa en otra cosa.
Sublime, cansado, la lección al dedo,
la de si pegas te pego y eres tú el que ha empezado,
en paz con todos y en casi todo enzarzado,
Dios nos hizo y nosotros nos juntamos.
Vocación suicida y un alma que teme,
horas de sueño en vela por la frase que me llene,
por la suela que pise, el trago que envenene,
el mundo que haga que todo se frene y todo acabe.
¡Ey, que suene! Dios, no dejes que pare,
sintiendo que me puedo yo contemplo mi desastre,
con cuenta gotas por la vida y por mi mismo,
en cada tema un calo sólo mirando al abismo.

Duermo con las luces encendidas

Yo sé lo que es pasar por eso. Cerrar los ojos y que su imagen sea lo único que se te pase por la cabeza. Abrirlos y que ella esté allí, en silencio, con su cabeza apoyada sobre mi hombro mientras mira al infinito, ese infinito al que me lleva cada vez que me sonríe. Si, yo sé lo que es pasar por eso.

Hablar con ella durante horas sobre cosas que no importan, temas vanales que no conducen a nada, pensamientos hechos en voz alta sólo para saber cómo es la otra persona. Despedirse y contar los segundos que pasan hasta que vuelva a verla, abrazarla y besarla con la delicadeza con la que se trata a la porcelana, como con miedo a que pueda romperse y no tengamos más oportunidades de estar juntos.

Estar en silencio durante diez minutos, sin saber qué decir y con la imaginación trabajando a marchas forzadas por sacar un tema que mantenga viva la conversación. Y justo en el momento en el que uno de los dos dice que se va, las historias más emocionantes aparezcan de la nada.

Quizá mi cerebro funcione de esa manera. Se relaja mientras ella está conmigo, el olor de su colonia le deja en estado de ensoñación, los miedos y los problemas desaparecen alcanzando un estado mental similar al Nirvana. Y cuando dice que se va, reacciona. Le entra el miedo por volver a quedarse sólo, por tener que estar toda la noche despierto recordando esos buenos momentos. Por volver a echar de menos, otra vez.

Pero llega el día en que ella se va y no vuelve. Ya no volverá a llevarme al infinito al que ella ha estado mirando durante tantas tardes. Ahora soy yo el que mira al infinito, pidiéndole que me devuelva alguna de sus miradas que, en cierto modo, me corresponden.

Siento cómo el viento se lleva las hojas y los buenos ratos, cómo el frío hiela los charcos y corta mis labios, cómo la lluvia limpia las aceras y hace que mis lágrimas pasen desapercibidas. El tiempo intenta que la olvide.

Pero duermo con las luces encendidas para que nadie me robe su recuerdo, para que todo el mundo sepa que allí hubo alguien más, para que todo el mundo sepa que allí estuvo, está y estará ella.

Sí, yo sé lo que es pasar por eso, y la verdad es que me encanta.

Lo jodido es volver si suena el timbre

Mira de risas o a malas, sabes, fumando entre horas,
seremos mansos o fieras ahí afuera chico, como tú nos pidas,
como veas, joder que honrados no juran
vigílate con quien paras y de lo que ellos esperas, todavía.
Atento a quién te fía, casi todos sobreactúan,
ojo a quien te ríe la gracia, hiriente a quien te hace la púa,
puedo con quien sea, es simple, dame cuerda siempre,
viento en proa loco, por la borda.
La guita o la vida, elijo la guita,
rico es el que tiene y más el que no necesita,
dicen: nunca retrocedas socio, si no escuchan grita,
voy a pata, desde Cani hasta Alameda, bonita.
Fuera de control berreo por amor al parque,
bajo las influencias del hardcore como párrafo y arte,
pierde el norte, el sur, el mapa, lo que sea,
ellos irán donde les lleve la marea.
Pilas, discman, fama, carisma,
escucho al Chaman, me entran ganas de escribir más,
broncas, asma, porros, la pasma y los yetis,
tirando de free y de gratis, debuti.
Cuídate y sonríe mientras puedas,
yo pago cada putada, si, con la misma moneda,
tú con las mismas me buscas, ven que lo mismo me lías,
buah, se las maman a roscas, eh, sólo hacen guarrerías.

Tiempo, la mitad lo duermo y la otra mitad lo pierdo,
se me pasa el turno y las horas muertas pronto,
envidio su eficacia y disimulo sonriendo,
canallas pero honrados en el fondo, me defiendo.
Imagino un mundo de ocio, eh, si quieres lo diseño,
vivo en babia, es primavera, aquí graniza y hace daño,
tronco, ah, como te cuento,
aquí cualquiera se cree Dios pero ni Dios es para tanto.
Atento a lo que suman, lo que llevan, lo que traen,
pasan los años y los mitos se nos caen,
pienso en mandar todo a la mierda pero sigo,
cuántos de los de tu Space son de verdad tus amigos.
Cada día un desafío afilo el garfio como Hook,
desde los doce haciendo tretas con el Tuc y, uf,
ya son diecinueve, seguiré con los de aquí
soltando rollo hasta que el hilo se acabe.
Menos lobos, baja esos humos, dile a esos pavos
que nos reímos, que son to bobos,
que santos todos, ni Dios se salva, vivo la selva,
tu ponte a salvo y silva, que ahí estaremos.
Si eso quedamos, voy con lo puesto y el abono,
un beso de mi madre y la promesa de ser bueno,
sé del rap y del asunto, lo que esconde, lo que enseñan,
estate al tanto y al tonto, las apariencias engañan.

Harto de esperar imaginé mejores días,
aprende a asumir las buenas y malas noticias,
conozco un mundo de ocio, dime tronca ¿te vendrías?,
casi todo tiene un precio, la ilusión no se negocia.
Allí donde los viejos fuman pipas de jabón,
la arena es de azúcar glass y las nubes de algodón,
da al botón en el que el tiempo se para,
correremos descalzos y contentos sobre la hierba mojada.
Las niñas se maquillan con el néctar de las plantas
y los niños pescan peces de las gotas del rocío,
los hombres no discuten sobre cosas que no importan
porque lo mío es lo tuyo y lo tuyo es lo mío.
Ahora que vamos despacio la Luna nos hace señas,
un mundo de ocio, dime tronca ¿me acompañas?
lo jodido es volver si suena el timbre, muchos
vinimos para hechar sólo un vistazo y nos quedamos para siempre.

Guárdame un sitio en el infierno

¡¿Y cómo coño crees que me siento, eh?! ¡Ayer estaba en la cumbre joder, en la puta cumbre! Y hoy me arrastro entre la mierda, buscando un callejón lo suficiéntemente oscuro como para tumbarme a morir sin que un yonki me moleste mientras rebusca en la basura.

Para ti todo es muy fácil, ¿no? Tu mujer te quiere, tus hijos van a la universidad, tu jefe te respeta... aunque sólo sea por lo bien que le chupas la polla. Pero y qué pasa conmigo, eh, qué pasa conmigo. Mi ex-mujer se folla a otro y mi hijo ni siquiera sabe la mierda con la que se droga. Yo no tengo trabajo ¿sabes? Yo vivo de la caridad, ¡de la puta caridad! Este jersey es de la iglesia tío, de la puta iglesia. ¿Sabes cuántas veces me he cagado en Dios, lo sabes? ¡No! ¡Ni siquiera yo lo sé! Y ahora tengo que recurrir a él para poder salir a la calle sin que me detengan por escándalo público.

¿Esta es la sociedad justa que nos quieren vender, eh? ¿Es esta? A la mierda con la sociedad tío, a la mierda con todo. Estoy hasta los cojones de que un gilipollas, un don nadie repeinado se crea mejor que yo, con más derechos, sólo por llevar un traje. ¡Yo despedí a ese hijo puta joder! Y ahora me cruzo con él y le veo con su maletín, su traje de mil dólares y su sonrisa de: Eh, miradme. Soy alguien importante.

Tú no eres nada cabrón, eres sólo otro mierda que ha llegado hasta donde estás por ser hijo de quien eres. Hijos de puta. ¡Yo sí me lo merecía! Yo he visto como mataban a mi vecino de enfrente desde el portal de mi casa, yo he visto como mataban a mi mejor amigo por cincuenta cochinos dólares. Yo he visto como un grupo de italoamericanos pegaba a un negro que volvía del colegio ¡sólo por ser negro! Malditos cerdos.

Cuando naces en la miseria y consigues apartar todo el estiércol que esos maricas suponen, cuando el alcalde de la ciudad se baja los pantalones ante ti, y te ofrece su mejor whisky mientras su secretaria se pinta los labios para acabar chupándotela al salir, sólo en ese momento sabes que has llegado a lo más alto. ¡Sólo yo he llegado a lo más alto!

No soy mejor que ellos tío, no. Todos somos basura de una misma bolsa, distintas cagadas de un mismo chucho. Sólo que yo he conseguido hacerme notar entre el resto. ¿Y para qué? ¡Para nada! Esos envidiosos hijos de puta, los que me llamaban señor hace no mucho, esos buitres carroñeros han estado jodiéndome desde el primer día. Me daban palmadas en el hombro con la mano izquierda y con la derecha me daban la hostia...

¿Pero qué cojones te estoy contando? Tú eres otro puto buitre cabrón. Y tú eres el peor de todos, si. Sabías que yo iba a llegar lejos y metiste tu hocico en mi culo desde el primer día. Yo no te he importado una mierda. Mi dinero es lo único que te importaba. Estarás contento cabrón narcisista. Limpiándote las pajas con mis billetes de veinte. Andrew Jackson debe estar revolviéndose en su tumba. Partirse la cara contra los ingleses en Nueva Orleans para que tú acabes llenándole de semen. Valiente hijo de puta.

¿Pero sabes qué? Todo esto se ha acabado. Ahora os voy a joder yo a vosotros. Lo bueno de estar en mi situación es que todo te suda los cojones. No tengo nada que perder. Lo mejor que me puede pasar es que acaben matándome. Yo soy el peligroso ahora, porque no hay nada más jodidamente peligroso que un hombre que no tiene nada que perder. Y tú vas a ser el primero. Fuiste el primero en llegar y serás el primero en irte. Así es la vida, amigo.

Guárdame un sitio en el infierno porque dentro de poco volveremos a vernos, bastardo.

No volverá

...
- Hoy he estado con ella.
* ¿Cómo es en persona?
- Pues... no sé. Fría. Tenía la sensación de estar muy lejos de allí, de no ser yo quien estuviese ahí sentado.
* ¿Y no hablasteis? ¿No le dijiste nada?
- Lo típico, supongo. Que no estaba preparado, que tenía cosas por hacer, un futuro, sueños por cumplir...
* ¿Y qué dijo ella?
- Se sentó a mi lado y me dijo que normalmente no suele dar segundas oportunidades. Era inevitable. La vida me ha estado jodiendo desde bien pequeño y se ha cansado pronto de mi.
* ¿Y tú de ella?
- No, nunca.
* ¿Has pensado lo que vas a hacer ahora?
- Tampoco. Supongo que intentaré vivir un poco, conocer gente, buscarme novia, seguir con mis poemas y con la música.
* Seguirás haciendo lo mismo entonces.
- Visto así...
* ¿Te dijo si volvería?
- No. No volverá.
* ¿Por qué?
- Porque nunca se ha ido.

Oigo las gotas caer, el jazz de fondo

He mirao' en el botiquín pero no hay nada que me valga,
estoy donde el Fabriccio, poniéndome tibio y pensando en verla,
sé que tengo la perla y el talento pa' sacarla
pero me cuesta pulirla y no me compensa la carga.
Hablamos en la jerga de Kasadi,
yo soy un cabronazo, mejor búscate un Sifredi,
quiero sonreir y ser amable como cuando era cani
y estar castigao' el domingo por traer notas al keli.
Tarde, otra vez es tarde,
marcas en el cuello y ganas de volver a despertarte,
Agorablood hasta la muerte, ¡Dios! dónde nos dejaste,
celebro lo que tengo es mi desastre.
Compórtate o deshaz tú lo que hiciste,
lo viste o no lo viste, al mundo se la suda que estés triste,
y a mi me la suda tu rapero favorito
y tu manía incomprensible de escribir como si fuera listo.
No, yo no soy perfecto
y si me vas a follar primero asume mis defectos,
a veces mis virtudes impresionan,
pero yo ni Alá, ni Conan, ni Buda, ni Mahoma, soy un puerco.
Y del resto no me fío si no son parte de mi,
todo tiene sentido excepto el qué coño hago aquí,
y que bonito hubiera sido y todo eso...
ya bueno, pero el caso fue que no estabas allí, eh.
Como la droga, directo a la cabeza con las penas,
las idas y venidas, las mareas,
el sudor sucio de una noche entre las manos,
ahí fuera llueve a mares y aquí dentro nos ahogamos.
Tormenta de verano en nuestro páramo, alejados,
pensativos y callados, tira tus dados,
almacenados como gramos de reserva,
y te dejo tus problemas, una silla y una cuerda.
Oigo las gotas caer, el jazz de fondo,
cenizas y palabras en el cuenco,
un estruendo en mi cabeza, cada frase que se aleja
y me destroza, en mi hoja heridas secas.
Descompuestos pero juntos, al límite,
muertos de vértigo, sin miedo al embite,
al pique, al salto, buscando la tregua,
Agorasangre, sin tus mierdas en la lengua.

Investigando su sonrisa

Alguien me dijo una vez que hay que conformarse con lo que uno tiene, aunque no sea mucho. Conservarlo y cuidarlo para que, el día en que lo perdamos, sepamos valorarlo como realmente se merece.

Al principio pensaba que esa persona se equivocaba. Yo defendía que podías valorar cada una de las cosas que te rodea como realmente se merece, sin importar la cantidad, a lo que él me puso el siguiente ejemplo:
-Si un niño tiene muchos juguetes y de repente pierde uno, al principio estará un poco triste. Es normal, ha perdido su juguete, pero al poco tiempo se olvidará de él y lo remplazará por otro. Por otro lado, si ese mismo niño tiene pocos juguetes y pierde uno, no podrá llenar ese hueco tan fácilmente, y aprenderá la lección de que es importante saber con lo que cuentas en cada momento de tu vida.

Yo creí entender lo que me quería explicar, pero había cosas que aún no conseguía comprender. ¿Eso significaba, por ejemplo, que es mejor contar con pocos amigos? Así, el día que pierdas a uno, verás realmente lo importante que era para ti esa persona... En fin, era algo que me iba costar razonar y conseguir llegar a una conclusión.

Al poco tiempo, otra persona me dijo justamente lo contrario:
-No hay que conformarse con lo poco que nos pueda ofrecer la vida. Podemos perdernos muchas cosas interesantes por no tener ambición de conocimiento.

Yo estaba de acuerdo con él, pero tenía miedo de perder demasiado tiempo buscando algo que a lo mejor no llegaría nunca.

-Hay las mismas posibilidades de hallar algo que de no hacerlo, y siempre sacarás experiencias que puedas compartir con las personas que ya tienes.

Realmente este argumento me convencía mucho más que el primero.

Mi cabeza comenzaba a funcionar, como una máquina grasienta, con piezas viejas y oxidadas, lentamente, de manera pesada, haciendo mucho ruido y sacando pocas cosas que valiesen realmente la pena. Pero.. por algo se empieza, ¿no?.

Estando yo sentado en un parque, observaba a una pareja. Un chico y una chica, jóvenes, de mi edad probablemente. Ella le miraba a los ojos sonriendo mientras le hablaba mediante susurros que yo no llegaba a oir. Él sólo le devolvía la sonrisa, distrayendo su mirada con cualquier cosa que, al parecer, era más interesante que las palabras de aquella chica.

¿De qué te sirve tener poco, si aun así no sabes apreciarlo?, pensé. Estaba claro que ese chico no sabía lo mucho que tenía. Aparentemente era sólo una chica (anda que no hay, pensarán algunos). Yo puedo asegurar que la mirada de aquella joven escondía mucho más, algo que alguien, algún día, conseguiría descubrir.

La maquinaria seguía trabajando, igual de lenta y de pesada, pero a un ritmo constante.
Al poco tiempo de aquello, un amigo me dijo que su novia le había dejado. No lo entendía... él era una buena persona, se preocupaba mucho por los pequeños y grandes detalles, siempre intentaba que el resto de personas estuviese bien, aunque le costase algún que otro disgusto. Pero lo que más me fastidiaba era que había personas que no sabían valorar lo que tenían incluso después de perderlo.

¿Qué estaba pasando? Es comprensible que no entiendas todo lo que puede desentrañar una sonrisa, pero... ¿y si se demuestra con actos? ¿Realmente la gente no sabe valorar lo que tiene, sea poco o mucho?
Eso era un paso atrás en mis reflexiones. Ya no sabía que pensar... Por un lado yo me conformaba con lo poco que tenía. Para mi era suficiente, vivía más o menos feliz de ese modo. Sabía valorar lo que tenía, por lo que intentaba no perder las cosas importantes. Pero por otro, pensaba que quizá me perdiese muchas más cosas importantes, y quizá mereciese la pena arriesgarse...

No sé, a lo mejor yo tampoco conseguía ver realmente cómo de importantes eran las cosas que ya tenía...
Pasadas unas semanas de empezar mi reflexión, la máquina se había parado, las piezas ya no servían, estaban viejas, seguían ahí, pero no aportaban nada nuevo... sólo sostenían el gran entramado que suponía mi cabeza. Necesitaba piezas nuevas.

Conocí a una chica, pura casualidad. "Conocí"... quizá esté mal expresado... nunca he llegado a conocer a nadie. Todos guardamos secretos, algunos más que otros, por lo que el término conocer... no es muy apropiado. Pero pensé que quizá si valía la pena arriesgarse esta vez, había algo oculto en ella que me atraía, algo que hacía que no pudiese quitármela de la cabeza.

Hoy en día puedo decir que hice bien en querer conocerla. No sé si en un futuro seguiré pensando lo mismo... yo creo que si. Pero en ese momento no sabía lo que podía esperar de todo aquello.
La máquina empezaba a moverse con más soltura, más rápido, sin tanto ruido, pero faltaba algo. Aún gastaba mucha energía sin obtener un alto rendimiento.

Descubrí que esa chica se parecía a mi. Sabía lo que tenía, sabía apreciarlo perfectamente, pero no le importaba conocer más cosas y aprender si merecían la pena o no.

Su cabeza también era similar a la mía, pero había diferencias. Mientras la mía era una máquina simple, que funcionaba más mal que bien, de la que no se podían sacar cosas en claro, en la que había parones y marchas atrás constantes, la suya era como una gran ciudad: siempre en movimiento, avanzando, si se encontraba con un obstáculo, lo bordeaba, pero nunca volvía atrás. Miles de mensajes recorrían esas calles e iban de un lado a otro sin parar, saliendo al exterior en el momento menos predecible... era increíble.
Con el tiempo sabré si todo lo que hago habrá merecido la pena... lo más probable es que la mayoría no lo merezca, pero a mi me gusta pensar que si.

Tras el cambio de piezas, la máquina funcionaba bien, gracias a alguna ayuda proveniente de la "Gran Ciudad" podía rendir más y sacar más conclusiones, pero aún quedaba un camino muy largo.
Hoy en día las cosas van bien. He aprendido a valorar lo que tengo. Hay cosas que merecen la pena conservarlas, y cosas que sólo están ahí porque tienen que estar, como los figurantes de una película. Son importantes a su manera, pero sé que siempre habrá personajes secundarios en mi vida, y hay que saber diferenciarlos de los personajes principales.

También he aprendido que cada persona es especial a su manera. Todos tienen algo que merezca la pena, unos menos y otros más, pero siempre hay algo. Sigo pensando que la sonrisa de aquella chica escondía muchas cosas buenas, espero que salgan algún día.

Por ese mismo motivo, siempre sonrío. Sé que dentro de mi hay muchas cosas buenas, pero algunas no pueden salir sin la ayuda de otras personas. Yo ofrezco siempre mi mejor cara para que los demás se den cuenta y me ayuden a sacarlas, pero no siempre funciona.

Hay gente que no ha nacido para ser aventurera, investigar, descubrir, sacar lo mejor de cada uno... lo siento por ellos. Sin embargo, la chica que conocí sí había nacido para eso. Sabía apreciar las cosas especiales y sabía hacer sentir especial a quien realmente lo es. No sé cómo lo hace, pero yo intento aprender de ella.
Además, detrás de su preciosa sonrisa también se esconden cosas increíbles, metidas en algún café de esa enorme ciudad, esperando a que llegue el autobús que las saquen de allí, esperando a conocer mundo. Pero lo que más me gusta de ella es que es distinta a mi. A ella no le importa demostrar que está triste.
En esa gran ciudad a veces está nublado, a veces llueve, en otras ocasiones hay tormentas, a veces no hay nada de nada, y todo el mundo está en su casa durmiendo la siesta o esperando el momento adecuado para salir.

Algún día me gustaría hospedarme en esa ciudad, visitar sus calles, descansar en sus parques, o disfrutar de las luces de los rascacielos al caer la noche.

Pero por el momento sigo ocupado investigando su sonrisa, intentado encontrar qué la hace tan especial, intentando saber por qué no me la puedo quitar de la cabeza.

Necesito al menos dos

Las cosas no suelen salir como uno quiere. Es más, las cosas no suelen salir, siquiera, como uno espera que salgan. La mayoría de las veces debemos achantar el rostro y seguir hacia delante porque no hay más alternativa. Si vives parado eres un muerto.

Pocas serán las veces en las que tenga sólo un camino que seguir y por ello no tenga miedo de tomarlo. Miedo, no por lo que me pueda esperar durante el trayecto, sino por no saber si ese es el camino que debería haber tomado.
Esto me recuerda a aquellos libros en los que al final de la página encontrabas eso de:
"Ve a la página 36 si quieres que nuestro héroe se enfrente con los marcianos. Ve a la página 58 si quieres que nuestro héroe evite la batalla."

El sinfín de experiencias que tenemos a lo largo de los años no es más que una mínima porción de las posibilidades totales.

Me gustaría dividirme y tomar todos los caminos, experimetar todos los sentimientos, incluso los malos. Conocer a todo el mundo, saber luego si realmente me ha merecido la pena o no, no volver a echar de menos, no olvidarme de nadie (aunque una persona me dijo una vez que olvidarse es imposible, pero no me deja explicar sus teorías). Acostarme tarde, levantarme más tarde aún, llegar a casa y meterme en la cama y a la mañana siguiente madrugar, salir de fiesta, quedarme en el sofá escuchando música o viendo una película mientras la pizza se calienta en el horno. Escribir no sólo las mejores frases si no tambien las peores. Provocarle una sonrisa, que ella se sonroje y se toque el pelo nerviosamente, que sus ojos sean el único lugar al que escapar y poder así olvidar los problemas, que sus labios curen las heridas de los míos, volverme loco y que ella sea la causa...

Yo quiero vivir todo eso y una vida no es suficiente. Necesito al menos dos.

Esto es mío

Todos los inicios son difíciles, más aún cuando no sabes qué rumbo vas a seguir, ni dónde quieres que te lleven tus pasos, o qué esperas encontrarte por el camino. Yo sólo espero que el final esté lejos, muy lejos. Es más, me gustaría que nunca llegase ese final.

Por el camino iré dejando pensamientos, vagos recuerdos de un tiempo que fue mejor, divagaciones absurdas sobre temas triviales que ni siquiera yo creo comprender, qué se yo.

A todas esas personas que hacen que merezca la pena vivir la vida, a todas aquellas que hacen que sea una auténtica mierda y tenga que encontrar un motivo para seguir, a la música, a todos los poetas del mundo, a los negros del South Bronx de finales de los 60's y principios de los 70's, al sampleo, al rap, al jazz, al soul, al gospel, al blues, a mi familia de casa y a la de la calle, a Ella, a ti... mil gracias.

Todo esto es para aquellos que sufren la misma enfermedad que yo y aún no han encontrado cura, para esos labios agrietados por la soledad y el frío que buscan compañía, para los que no lloran y por dentro se ahogan, para aquellos a los que una sonrisa les produce más placer que un sostén, para los que se dejaron la voz, para los necios de oidos sordos y palabras vacías. Esto es para todo aquel que quiera que sea suyo.

Esto, es mío.