Casi perfecta

¿Pero, qué?

Me acabo de despertar en un banco que no es el de siempre. Quiero decir, mi banco... ¿Dónde coño estoy?

A más de dos mil y pico kilómetros de casa, que no es poco. Quién me mandará a mí... En fin, no preguntes si no quieres que te respondan.

Esta es una de esas viejas, de las de salir, beber, el rollo de siempre... Las rayas no, hablar con la gente... sí, pero escribir estando borracho se celebra como unas bodas de plata.

Y yo aquí tan lejos, y tú allí tan sola. Parece el título de una de Sabina.

¿Te imaginas? Creo que soy un poco Sabina, la verdad. Muy del Atleti, muy sufridor, con una voz lamentable para cantar y con unas letras que quién las tuviera. Humilde... pues no, para qué mentir. Sólo a veces, y ahora no es una de ellas.

Esta va así, directa, sin pensarla mucho, como las buenas. Como las de antes.

Estoy pensando en otro idioma, pidiendo cerveza en el lenguaje de Dickens y escribiendo poesía con la mano derecha de la señorita Neumann. O con la izquierda, yo qué sé.

El caso es que, Hamburgo, sin ti, no vale una puta mierda.

Ni Hamburgo, ni ninguna otra. Puede llamarse Madrid, puede llamarse París o puede llamarse como quiera, que sin tu nombre en ella no tiene luz que deslumbre, no tiene música en el metro ni motivos por los que echarla de menos.

Seré yo, que me siento raro. O seré yo, de nuevo, que te siento lejos.

Esperemos que se pase cuando estés aquí, conmigo, brindando y todo eso. O cuando me digas que lo nuestro no es normal (aunque eso ya lo sé yo), pero que de lo normal se cansa uno y de lo nuestro no podemos cansarnos nunca jamás. No sé, a mí me gusta pensarlo así.

Los dedos se escurren solos entre las teclas y, joder, qué cabrones, que escriben siempre lo que más me cuesta decir y más me gusta pensar. Y menos me cuesta. Y más se siente.

No sé ni lo que digo.

¿Y todo esto quién lo paga?

Como decía un viejo conocido, apaga y vámonos, que es tarde y mañana amanece temprano.

Dos mil kilómetros son muchos, pero esta cama mide dos metros y se me hace más larga, más profunda, más cruel y vengativa cuando me despierto y no hay nadie en el otro lado.

Total, como ya dije en su momento: "a dos palmos o a dos mil kilómetros". O algo así, no estoy como para recordar.

Hamburgo es simple y preciosa. Tú no eres tan simple, pero, ay, de la ciudad que tuviera tu belleza y, ay, de los grandes hombres que hubieran muerto por conquistarla.

Hamburgo es simple, inmensa, casi perfecta.

Y no será perfecta hasta que la pises tú.