Hay que ser un cerdo y un cabrón

Ayer hablé con Dios. Fue una charla bastante amena y relajada, como una imagen típica de sobremesa navideña. La verdad es que Dios no es como lo pintan en los libros, no tiene largas barbas blancas, ni un cuerpo musculoso, ni una gran túnica impoluta. El tío iba con una camisa amarilla y unos vaqueros bastante cutres. Es comprensible, si se tiene que encargar del equilibrio del Universo no puede estar atento a las actuales modas.

Estuvimos hablando de todo un poco. El tiempo, deportes, mujeres... lo normal entre dos hombres. Reconoció que se le fue la mano con el asunto del volcán, se metió en la ducha y cuando quiso pararlo ya era demasiado tarde. El Barça-Madrid lo vio en un bar, como yo, pero casualmente ya sabía cómo iba a quedar (esto de ser Dios tiene unas ventajas...).

Cuando llegó el tema de mujeres yo creía que me iba a aburrir con innumerables historias de ligues de una sola noche. La verdad es que siendo todopoderoso tiene que ser sencillo entrarle a una chica: "Hola guapa, soy yo, Dios". Pero no, la verdad es que me sorprendió el hecho de que está en la misma situación que yo.
Por lo visto las mujeres crean una imagen de él que no son capaces de saber llevar. "No eres tú, soy yo", "No estoy hecha para ti, tú te mereces algo mejor", "Verás como encuentras a alguna que te quiera de verdad"...

Ante esta situación llegamos a una conclusión bastante dura: hay que ser un cerdo y un cabrón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario