No lo tengáis en cuenta

He decidido colgar un calendario en mi pared sólo para tener la sensación de que pasan los días. Dentro de mi habitación siempre son iguales. Hay detalles que dan ligeras pistas, como el montón de ropa, cada vez más y más alto. Juraría que yo tenía una silla.

Fuera, los árboles son mis confidentes. A medida que pasan los días van teniendo menos hojas en sus ramas. Nosotros nos ponemos más y más ropa y ellos se desnudan para recibir, de lleno, un otoño gris, tedioso y húmedo.

El estado de ánimo en una tarde como esta puede llegar a enterrarse varios metros. Pasan las horas y tu único deseo es que llegue el día siguiente. ¿Para qué? Nadie lo sabe. Mañana será igual.

Mismos devanéos que ayer. Los mismos que los años anteriores. Es la historia de siempre.

No lo tengáis en cuenta.

Dejaremos el tema

Os diré algo... 'justo aquí' no existe. 'Justo aquí' es un estado mental, creado por la loca que maneja los aparatos en tu azotea. 'Justo aquí' es el sitio que tú quieras que 'justo aquí' sea. No lo decido yo, no lo decide él, no es un punto exacto, con unas coordenadas preestablecidas, de ningún mapa. Lo decides tú.
Eso es lo que vosotras hubiéseis querido escuchar.

Pero, por hoy, dejaremos el tema... justo aquí.

Suframos

Pinté de blanco al negro y con la poca luz que había formé mi propia galaxia. Hice melodías enteras mezclando distintos tonos de silencio, como el que construye una escala de grises. La soledad pasó a ser la Sole.

Invertí todo mi tiempo en seducirla y acabamos haciendo el amor. Somos pareja de hecho, por lo civil y por lo criminal. Algún día perderé la cabeza porque se enamorará de otro hombre y decidiré acabar con ella.

La engañaré con alguna mujer real, que me quiera o que lo finja, que yo la quiera y no pueda fingirlo. Lo de los orgasmos me da igual. Los orgasmos sólo son orgasmos cuando son sufridos. Términos ambiguos del placer.

Suframos.

Justo aquí

-Tío, si tuvieses que besar por primera vez a una chica, ¿dónde lo harías?
*Pues... creo que... justo aquí.
-¿Ahí? ¿Por qué ahí? Menuda estupidez. ¿Por qué no besarla en la boca directamente?
*Porque así sabría si ella me quiere besar a mi.
-¿Pero qué...?
*Hahaha. ¿No lo entiendes?
-¡Claro que no! Si quiere besarte, sigue besándote. Si no, no. ¿Te has vuelto idiota?
*Un buen beso puede jugar a sus anchas por su cabeza y hacerla creer cosas que ella no quiere creer.
-¿Se puede saber qué coño estás diciendo? No entiendo nada, macho.
*Imagina que una chica, que a ti no te gusta una puta mierda, te la chupa. Así, sin más.
-Oh, sí.
*A ti esa chica no te gusta, pero la chupa debuti y, oye, no tienes nada mejor.
-Sí.
*Pues ya está. Un beso puede hacer lo mismo. Parecido.
-Creo que te has vuelto marica. O sentimental.
*Bueno, tío. Me has preguntado que dónde la besaría. Yo te contesto.
-¿Qué tiene de especial que la beses ahí?
*Ya lo descubrirás. Me voy.
-¡¿Qué?! ¡No me dejes así, hijo de puta!
*Ya nos veremos.
-¡Cabrón! ¡Dímelo!
*¿Te vas a volver marica? ¿O sentimental?
-Maldito cabrón.

Nada

Siempre pienso en lo mismo, pero no consigo sacar nada en claro. Hablo de nada conmigo mismo, o con nadie, y ninguno de los dos me contesta. Y, al final, acabo escribiendo eso... nada.

Doy vueltas alrededor de la misma piedra, esperando el instante preciso para volver a tropezar con ella y hacer que todo ha sido por culpa de un descuido. Que, ni ella, ni yo, tendríamos que haber estado allí en ese momento. Que, ni ella, ni yo, tendríamos que haber estado.

Hice de la nada un paisaje donde perderme cuando pensaba en ella. Un campo de trigo, un atardecer rojizo, una noche lluviosa o un despertar en la playa. Un viaje eterno por una carretera que no lleva a ninguna parte. Simplemente hay un croma delante de nosotros y el proyector de detrás va cambiando el paisaje. Si miras por la ventanilla te darás cuenta de que tampoco hay nada. No decidimos nuestro futuro, no tenemos un presente y el pasado determina nuestro camino.

¿Has visto todo lo que puedo sacar de la nada?

Si me buscas, búscame donde tú pienses que puedo estar. Allí estaré. Da igual el lugar que hayas elegido, yo sólo existo si me piensas. En el centro de una habitación enorme. Sentado sobre un taburete. El suelo es de madera vieja y en el techo hay una única luz que me ciega. ¿El color de las paredes? No lo sé. Todo esto es tan inmenso, y yo estaba tan sólo, que dejé que la oscuridad se quedase con el resto.

A mi me vale con esto, siempre que sea lo que tú has pensado para mi.

Y, cuando salga de aquí, qué me espera. Caminaré por la ciudad, la que hay dentro de tu cabecita loca. Esa ciudad que yo inventé, a la que yo di forma y a la que, tiempo después, vuelvo... Pero ya no es lo mismo. Los maravillosos colores que antes la bañaban han envejecido, se han convertido en cientos de tonalidades de gris. Las rejas de las ventanas se han oxidado y los bares han quedado desiertos. Las hojas de los árboles han acabado muriendo contra el suelo, o ahogadas en algún estanque, y nadie estaba allí para salvarlas.

Esta ciudad, a la que yo di vida, está a punto de morir, pasar a la historia, dejar de ser nuestra historia. Ando con las manos metidas en los bolsillos, despacio, observando de nuevo todos los lugares donde nos besábamos.

Yo no quiero que esta ciudad vuelva a ser la de antes. Yo quiero que te mudes aquí, conmigo, y seamos de nuevo 'nosotros'. Que la llama de la vela no se termine apagando como pasa siempre. Éso es lo que yo quiero.

Pero, al final, todo volverá a ser lo mismo de antes... nada.

No me pidáis nada

Volveré de entre los muertos, algún día. Hasta entonces, seguiré observando desde aquí debajo. Seguiré viendo vuestros fallos, obviando los míos y convirtiéndome en un crítico, un hipócrita, poco a poco. Volveré de entre los muertos, pero el sabor de mi boca seguirá siendo el sabor a tierra que dejaste antes de marcharte. Porque, al fin y al cabo, hay cosas que no cambian una puta mierda.

Me habré ganado el cielo mil veces y, al siguiente instante, lo habré dejado escapar, o lo habré perdido, pero lo que importa es la ganancia. Saber que sus puertas han estado abiertas, para mi, es un consuelo. No te hablo de un cielo post-mortem, te hablo de un cielo en la misma vida, en el mismo barro que pisas.

Siempre fui demasiado bueno para todos. Siempre fui ese alguien especial, y siempre acabé cansado de serlo. Me dijeron: 'tú no cambies', pero no hicieron nada porque yo siguiese así. Me dijeron: 'tú me cambias', pero no hicieron nada por seguir así.

No intentes buscarle el sentido. Sólo si vives aquí dentro lograrás entender que nadie puede encontrarle el sentido. Yo, de vez en cuando, hablo en voz alta y me miro desde una tercera persona, cenitalmente, para intentar entenderme. No lo estoy haciendo bien.

Sólo espero que no cambiéis. Que no sigáis iguales. Sólo espero que no me pidáis nada.

No voy a hablarte sobre ello

Los pájaros picotean las últimas migas de los sandwiches que, horas antes, perecían entre los dientes de los chavales de aquel colegio. Seguimos en un otoño hipócrita, incapaz de mostrar su verdadera cara. Muchos le añoraban, pero era sólo un espejismo. Su frío y tardes de lluvia acaban por hacernos maldecir esta puta estación intermediaria entre los días en la calle y las noches en los bares.

Los chavales juegan a la pelota en la plaza y suben tarde a cenar. Hacen los deberes deprisa y corriendo, como realmente hay que hacerlos, como los hemos hecho todos. Una ducha, tortilla francesa con ketchup y a dormir. El cuerpo pesa y a las nueve hay que estar en clase de nuevo.

Desde aquí se ve todo increíble. Las terrazas de los bares están llenas en pleno octubre. Mientras los adultos charlan sobre la crisis, los que no somos ni tan adultos, ni tan niños, hablamos de nuestra propia crisis mental. Es transitoria. Es una crisis ficticia. Está todo aquí dentro, en la cabeza o en el pecho, según el día y la hora.

Yo sigo esperando, sentado en el respaldo del banco. Es la manera que tenemos los gilipollas de sentarnos hoy en día. Las niñas pasan por delante y hablan de cosas de niñas un poco más mayores. Ellas quieren ser algo más mayores y, para ello, se maquillan, llevan vaqueros ajustados y enseñan un poco las tetas. Miras. Y piensas en que, tarde o temprano, algún tío peor que tú -si cabe- les llenará la cabeza de frases bonitas y se las follará, como intentabas hacer tú. Hoy en día los chavales vienen enseñados.

Sacas el móvil, miras la hora, lo guardas y sigues sin saber qué puta hora es. Es lo más clásico que existe. Sigue pasando gente y tú sigues esperando. Lo único que te queda ya es quedarte observando el lugar que has intentado evitar todo este tiempo. Tío, no sé qué tendrá ese puto portal, pero debe ser un imán para mi coraza de metal. Bullshit.

No voy a hablarte sobre ello. Es una sensación que ya conoces. Ahora mismo estás pensando en esa chica, tío. Vienen a tu mente algunos momentos y piensas: 'Joder, este hijo de puta siempre me la termina liando.' Cada vez que paso por allí, miro. Con el coche, miro. Andando, miro. Soñando, bueno, soñando no miro. Cuando sueño ya hemos pasado el portal.

Por eso no me gusta llegar pronto a los sitios. Son momentos en los que te da por pensar. Y como soy un gilipollas, siempre ando pensando en lo mismo. Sé que no soy el único, pero me gusta dármelas de especial de vez en cuando.

Aún así, sigo llegando pronto, a ver si llega el día en que salga del portal y piense que estoy esperándola.

Porque, al fin y al cabo, no sólo yo soy un gilipollas.

Ex-novias

Hoy ha sido una de esas buenas noches. Una noche como las de antes. Una noche de borrachera, intento de paja y a la cama.

Éstas dos últimas están sin hacer. Una de las dos quedará en un 'podría haber sido'. El cansancio decidirá cuál.

Estoy jodido conmigo mismo. 'Dolor' ha sido una puta mierda. Tenía en mente una historia cojonuda pero, como en la vida real, los mejores planes son los improvisados. No pediré perdón. Al menos esta vez.

Esto es un desahogo contínuo, si no, no escribiría, medio borracho, casi a las cinco de la mañana. No hablaría sobre las tías que me han jodido y sobre las tías a las que he intentado joder. Es así.

Escribía para contentar a una persona. Después escribía para contentar a más de una persona y, ahora, escribo para contentarme a mi. Es la tarea más jodida de todas.

La cabeza no funciona nunca como nosotros queremos. La muy puta juega con nosotros, pero es la única que se divierte. El día que consigamos controlarla, perderemos la alegría y lo que quiera que sea, que nos hace seguir adelante. Espero que ese día nunca llegue.

Por lo pronto otra noche toca a su fin. Lo bueno es que hay algo que nunca cambia...

Y es que, pase lo que pase, el último tema de conversación son las ex-novias.

Dolor

Despierto en la habitación número 128. Duodécima planta. El nombre del hotel... no recuerdo. Ha debido de morir alguien aquí esta noche. O, al menos, así huele. La cabeza da vueltas y parece que se va a despegar del cuello. Algunos pocos hijos de puta están siguiendo la fiesta dentro. Dolor.

Hay tres mujeres desnudas en mi campo visual, botellas de champagne vacías, una bandeja con billetes de 10$ sobre la mesa de cristal y un par de sujetadores colgando de la lámpara. Manchas por las paredes, rotos en las cortinas y un condón usado en mi polla. Dolor.

Me levanto y veo manchas de sangre donde, hace un instante, tenía apoyada la espalda. ¿Qué cojones? Me toco la espalda y, efectivamente, estoy sangrando. No debe ser grave, no duele. Voy al baño, tiro el condón a la papelera y echo la primera meada del día. Me lavo las manos y la cara. Salgo del baño y observo el salón desde aquí. Como alguna de esas mujeres no esté viva, me habré metido en un problema muy jodido. Dolor.

Creo que lo mejor que puedo hacer es buscar mi ropa y bajarme a desayunar. Espero que la puerta no esté precintada cuando suba, porque la cartera tiene que estar por aquí, pero eso es algo que ya descubriré luego. Me pongo los vaqueros, la camiseta, los náuticos y salgo. Hasta la vista, putitas. Dolor.

Un café, por favor. Bien cargado. Gracias. Veinte minutos y cuatro cafés después, se oye un gran revuelo en el hall. Policía y ambulancias. Si van a la doce estoy jodido. Si van a la 128 estoy muy jodido. Vuelvo a terminar mi café y subo en el ascensor. Conmigo suben un par de policías. No dicen nada, pero tienen un gesto que me grita 'problemas'. Van al mismo piso que yo, qué suerte he tenido esta vez. Dejo que salgan primero y les sigo. Creo que vamos al mismo sitio. Dolor.

Poco más hay que contar de aquella mañana. Al final resulta que sí que estaban muertas. No las tres que había en el salón, conmigo, sino un par que estaban en el dormitorio. Una le había disparado a la otra y después se había suicidado. Maldita gilipollas. ¿No podía saltar por el balcón como todo el mundo?

Dolor.