No es otra cualquiera

Hoy es una de esas noches que tanto me atormentan últimamente.

Desde hace un tiempo me persiguen, intentan hacer pasarse por una noche como otra cualquiera, únicamente caracterizadas por la presencia de la Luna, la ausencia de ruido, de gente caminando por su implacable oscuridad… Pero no, no es otra cualquiera.

Tienen algo diferente, algo que no logro descubrir qué es, pero que me mata el espíritu y a su vez me invita a desafiarla, proponiéndome siempre los mismos retos, con distintos obstáculos, y siempre con el mismo final, nada.

Una idea revolotea dentro de mi cabeza, asomándose al exterior, temerosa de ser oída, descubierta, arrancada del lugar donde está acompañada de otras miles de ideas que tienen el mismo sentimiento. Intento atraerla con música, y parece que le gusta, todas se agitan, revolotean más rápido, comienzan a salir de mi cabeza sin ningún tipo de orden y, cuando ven lo que les espera fuera, vuelven a entrar tan rápido como han salido. Vuelvo a incitarlas esta vez sin música, las invito a que salgan y se plasmen sin ningún orden concreto, tal y como ellas decidan, ofreciéndoles la libertad que tanto ansiamos algunos a la hora de plasmarnos en la vida real pero, nuevamente, nada.

Pienso que quizá la culpa es mía, que algunas ideas no están hechas para ser expresadas, que es algo innato en el ser humano el hecho de no saber expresarse tan claramente como parecía en un principio, no lo sé. Cierro los ojos, ahí están, se ve todo tan claro. El Sol que hace apenas cinco horas me permitía ver el mundo real con una nitidez insultante ahora ilumina mi cabeza dejando ver cada esquina, cada resquicio, cada hueco normalmente oculto… Pero abro los ojos y de nuevo oscuridad.

El problema soy yo. Todo está quieto, colocado alfabéticamente, por tamaños, colores, formas, y en el instante justo antes de expresarlo, ¡PUM!, una explosión caótica revuelve todo y toca ordenarlo de nuevo. Así es imposible.

He pensado en dejarlo un tiempo, hacer que mis ideas echen de menos el mundo exterior, ser compartidas con otras personas y conocer más semejantes en otras cabezas para, así, el día menos pensado, salgan todas en orden, del modo en que yo decida, con la facilidad con la que han sido creadas. Esto me hace sentir como un profesor, quizá de guardería, o de primaria. Castigar a los niños por su mala conducta hasta que decidan que es el momento de hacer las cosas bien por su propia cuenta… no lo sé, no es el método que más me gusta, pero al final es el único que funciona. ¿Por qué siempre funciona lo que menos nos gusta hacer, lo que más nos duele o más daño nos hace? Tampoco lo sé.

Me doy cuenta de que no soy ningún profesor. Aunque escriba métodos y recetas para curar el alma (algunos lo llaman canciones…), son métodos personales, quizá no aplicables a otras personas. Quizá les dé esperanza de ser su salvador espiritual y no sea así, sólo les haga creer que sí, les haga engañarse a sí mismos… no, no soy un buen profesor.

Pero me dicen que no lo abandone, que siga intentándolo. “Seguir intentándolo”, una sutil manera de decirte que has fallado, o que lo que has hecho no es suficiente, sigo sin saberlo. Yo quiero creer que me queda poco para alcanzar... algo, no sé el qué, y quizá el no saberlo me empuje a querer llegar a ello.

Me gusta pensar eso, porque si supiese lo que me espera al terminar con esto, quizá pensaría en que no me compensa, o quizá las ansias por llegar me hiciesen perderme muchas cosas… apúntalo a la larga lista de cosas que no sé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario