Para variar

Mi musa ha perdido el último autobús y, con la que está cayendo, pasa de venir andando. Supongo que esperará en la marquesina a que amaine un poco. O, quizá, se caliente las manos con la esperanza de que pase un taxi que éste no esté ocupado. No sé.

No creo que hoy pueda dormir mucho. Estaré tumbado en la cama, mirando fijamente el móvil, esperando a que la luz se encienda y su nombre aparezca en la pantalla.

Me pondré unos vaqueros y una camiseta e iré en su busca, cual héroe de cómic. Pararé el coche justo delante y le diré algo así como: 'disculpe, señorita, ¿quiere que le lleve a algún lado?'. Ella subirá y nos besaremos. Durante el viaje de vuelta a casa le preguntaré que qué tal el teatro. Me dirá que demasiado lenta para su gusto. Me interesaré sobre el café que se ha tomado después con su amiga, en un local justo en la acera de enfrente. Se quejará por el servicio del camarero. Era nuevo y se le veía algo torpe. Demasiado lento para su gusto. Reiremos y ahora las preguntas las hará ella.

Preguntará, por cortesía, que cómo me ha ido la tarde. Me resignaré de nuevo al recordar que la vida de escritor no es tan bonita como la pintan. Que hay que comprar más ron y que la nevera está en las últimas. Le ofreceré venir conmigo a desayunar fuera mañana y después a hacer la compra. Dirá que no, que tiene mucho que estudiar, pero que por favor le lleve a casa.

Esta noche la pasaremos juntos, en mi casa. Tomaremos una copa de lo primero que encontremos y después follaremos hasta que yo ya no pueda más. Ella se dará una ducha y se irá a dormir. Yo haré café e intentaré escribir algo un poco decente, para variar. Una hora y tres cafés después desistiré y me iré a hacerle compañía. Le daré un beso en la frente, las buenas noches y apagaré la luz de la mesilla.

Me dormiré pensando que soy el tipo más afortunado del mundo.

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