Qué coño ha pasado aquí

Anduve durante veinte, quizá veinticinco, minutos por aquella interminable calle. Era cuesta arriba y no se vislumbraba el final. Los pies pedían clemencia y parecía que las piernas se iban a unir a aquella pequeña revolución. Mi estómago rugía por el hambre y mi cabeza daba vueltas bajo aquel Sol veraniego y asfixiante. 

Tenía la camiseta colgada del hombro y los pantalones cortos lo más remangados posibles. La verdad es que era una imagen bastante penosa de un hombre. Un metro noventa y sólo sesenta y cinco kilos. Un alambre sudoroso y blanco como la leche caminando a mediodía bajo el Sol. Menudo gilipollas.

Al principio tenía miedo de quemarme en exceso la nuca. Después de quitarme la camiseta eso daba igual. Mi piel estaba tomando un tono rojizo que no auguraba nada bueno para el día siguiente.

Encontré un parque bastante cutre con banco bajo un par de árboles. Era como un oasis en medio del desierto. Fui a sentarme como aquel que ve la luz cuando cree que ha llegado su hora. Pensé en algo. ¿Y si fuese al revés? Y si, en vez de ser como nos tienen acostumbrados, fuese totalmente al contrario. Quiero decir, es bien sabido que cuando estás a punto de dejar esta vida perra apareces en un túnel oscuro y que al fondo hay una luz. Teóricamente una voz celestial (probablemente Dios, o quizá algún ratero cabrón) te incita a ir hacia la luz. Entonces tú vas decidido y se acabó: la palmaste. ¿Se supone que tenemos que quedarnos en la oscuridad entonces? Quiero decir, qué hay que hacer para quedarse en el mundo de los vivos. Andar de espaldas, quedarse ahí... no sé. Quizá sea al revés. Quizá si vas hacia la luz te salves del cruel y fatuo destino de la muerte y nos tienen dicho eso para que no vayamos hacia ella y la palmemos. ¿Es la manera de controlar la tasa de población mundial? Joder, que cabrones...

Bueno después de pensar y recapacitar sobre ello durante, al menos, dos minutos más, me tumbé boca arriba en el banco y cerré los ojos. Empezaba a soplar una ligera brisa bajo la sombra de aquellos árboles y un sueñecito no me iba a venir nada mal.

Cuando desperté era de noche. Lo más extraño es que la calle seguía desierta y parecía que nadie había pasado por allí durante mi visita por el mundo de los sueños. Me levanté del banco, me estiré un poco y miré alrededor: nada. No había nadie. Ni siquiera había coches. Joder, era todo muy extraño.

Decidí seguir mi camino, así que me puse la camiseta y como si no hubiese pasado nada. Coño, aún no se veía el final de la calle. ¿Acaso esa puta calle no tenía final? Todo estaba siendo bastante extraño la verdad. No es que no hubiese ninguna persona por allí, es que no había ni siquiera pajarillos o insectos o cualquier otra cosa viva. Estaba yo... y ya está.

Empecé a preguntarme cuánto tiempo había estado durmiendo. La zona se veía bastante cuidada como para que hubiese habido un ataque terrorista a gran escala o algo similar al fin del mundo. Como tanto silencio me estaba emparanoiándome decidí empezar a cantar en voz alta: I'm walking on sunshine, uoooooh... ¡I'm walking on sunshine, uoooooh! ¡I'M WALKING ON SUNSHINE, UO-OOO-OOOH!

Nada de nada. A nadie le importaba mi canto estridente. Joder. Mentiría si te dijese que no estaba empezando a acojonarme. Todo era muy extraño, en serio. Ese día no había probado ni gota de alcohol. No había fumado ni una sola calada de absolutamente nada. No me pincho siquiera, no consumo estupefacientes, o LSD, o mierdas similares. ¿Qué coño estaba pasando?

Miré al frente y seguía sin ver el final de la calle. Es más, cada vez parecía más empinada aquella puta cuesta. No sabía ni qué hora era. No tenía reloj, ni móvil... coño, tenía cartera. La abrí, miré la zona del monedero... calderilla. Miré la zona de los billetes, donde tenía que estar la auténtica pasta gansa:... cero.

De vergüenza. En una especie de barrio post-cuidado-apocalíptico sin dinero, sin móvil, sin reloj, sin armas para defenderme de la absoluta soledad... alcohol o cigarrillos, para que me entendáis.

Los altos bloques de edificios dejaron sitio a bonitos chalets. Enormes chalets. Me acerqué al muro del primero, me subí y miré a ver qué había detrás. Una piscina, una pelota de playa y una toalla sobre el césped. Dios, ahí tenía que haber habido alguien hace muy poco. Aún había marcas de agua en el bordillo. 

Bajé del muro y miré en la siguiente casa. Esta vez no había piscina. Había una gran mesa rectangular y multitud de sillas descolocadas, como si hubiese habido una reunión familiar y se hubiese recogido todo. También había una barbacoa y... Dios Santo, ¡comida! Salté el muro sin pensar en qué podía pasarme si abandonaba aquella interminable y puta calle. Me acerqué y cogí una chuleta. Estaba caliente. Rápidamente observe alrededor. Alguien tenía que haber cocinado esa chuleta. Pero no había nadie y la puerta del patio estaba cerrada con llave. Decidí sentarme y comerme toda aquella comida. Al fin y al cabo no sabía cuánto llevaba sin probar bocado. Seguro que era más de lo que un hombre occidental puede soportar.

Terminé de comer, salté de nuevo el muro y seguí andando. Me encontré un gran edificio con un enorme cartel: SportGymaerobic, ya que había un equipo de música y altavoces en las cuatro esquinas de la habitación. Era la primera vez que pisaba un sitio como aquel.

Después fui a otra sala, aún más grande. Estaba llena de máquinas. Pesas, bancos de ejercicios, sacos de boxeo, una máquina para hacer algo parecido al remo. También era la primera vez que pisaba un sitio así. Como mi brazo no se caracterizaba por poseer una fuerza impresionante, y además no era el momento adecuado para ponerme a hacer ejercicio, miré a través de una gran cristalera que daba a la calle. Apoyé las dos manos y la frente sobre el cristal. Escudriñé toda la calle, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, varias veces. Estaba vacía y oscura, aunque las farolas se habían encendido ya. ¿Qué hora podría ser, joder?

La quinta vez que observaba la calle vi algo que, por un lado me llamó la atención gratamente y, por otro, me acojonó como a una colegiala: una persona. O eso creo. Solté un sonido de sorpresa y, no sé cómo, esa "persona" me oyó, giró la cabeza hacia arriba y me vio. La imagen tenía que ser, al menos, curiosa. Un tipo apoyado en un cristal enorme, con multitud de máquinas de correr detrás. Parecería un gran acuario y yo el primer pez de la colección.

No pude moverme, mis piernas se habían ido de cañas con mis pies tras una revolución silenciosa y en la sombra, como la Guerra Fría. Esa cosa me miró hasta que por fin recuperé la movilidad. En cuanto contraje el primer músculo para salir corriendo allí abajo, esa puta sombra, o persona, o... qué sé yo, empezó a correr. ¡No joder! ¡Espera! Bajé echando hostias y dándome con todas y cada una de las putas máquinas. Tropecé en las escaleras y apunto estuve de partirme la crisma, pero conseguí llegar abajo. Salí a la calle y paré, mirando primeramente al lugar donde había visto aquella sombra y, después, el resto de la calle... Ya no había nadie.

Su puta madre. La carrera no me sentó nada bien. La cena se había removido demasiado en mi interior y empecé a sentirme mal. Eché la pota. Vomité hasta la primera papilla. Todo el suelo lleno de tropezones rojos. Joder, me dio un asco tan terrible que volví a vomitar. Esta vez sólo eran jugos gástricos y bilis. Era como aguardiente. Me dejó la garganta hecha una mierda. Encima ese cabrón se me había escapado.

Estaba reventado. Hacía al menos trece años que no hacía deporte, y mi vida sedentaria no ayudaba nada. El alcohol, el tabaco y alguna que otra mierda, que no nombraré ahora, no son buenas a largo plazo.

Doblé la esquina y miré al supuesto final de la calle. Parecía estar a tres días de camino, así que decidí volver al mágico y cruel parque donde había estado durmiendo hacía unas horas. Me senté y miré alrededor durante un rato por si aquel extraño ser decidía darse un garbeo por allí, pero nada. Después me tumbé, aunque me costó bastante dormirme. Estaba un poco acojonado por lo que pudiese pasarme. Además tenía un revuelto en el estómago bastante considerable y me ardía el pecho y la garganta a causa de los jugos estomacales expulsados junto con toda mi cena. Estaba hecho un trapo. Finalmente me dormí. 

He de decir que cuando me pasó todo aquello no estaba bajo el efecto de ningún tipo de droga. Había salido a dar una vuelta por el barrio, simplemente. El por qué de dar una vuelta con esas pintas no viene al caso, es una historia que contaré otro día pero... no sé, fue todo bastante bizarro.

El caso es que me despertó una irritante voz. En el primer momento pensé en no abrir los ojos y hacerme el dormido, pensando que era esa extraña criatura y que, si abría los ojos, me comería, o me mataría, o Dios sabe qué. Además no sabía qué aspecto podía tener. No tenía cojones a abrirlos. Sí, qué pasa, como una colegiala.

El sonido se repetía constantemente, pero yo no lograba reconocer qué coño me estaba intentado decir. De repente me empezó a pinchar en las costillas. Jodida cosa mutante. ¡Para ya! Pero no paraba. Ante sus múltiples pinchazos decidí ponerme en pie de un salto y gritando como un descosido para ahuyentar a esa mala bestia.

¡AAUAAAAAAOOOOOOH! Parecía el rugido de una pantera.

Aquella cosa cayó de espaldas. Y... empezó a llorar. Qué cojones... Abrí los ojos y vi algo totalmente inreíble... un niño. Un simple y puto niño rubio con una gorra roja. Me cago en mi vida tres veces. Cómo cojones había podido tener miedo de un niño. Empezó a llorar y oí otra voz de fondo. Volví de mi máximo estado de empanamiento y me di la vuelta... una mujer. Parecía su madre. Probablemente había visto la escena porque venía chillando como una loca y agitando los brazos. Fui corriendo hacia ella a la vez que ella venía hacía mi. Probablemente ella viniese a darme un par de hostias o algo similar. Pero yo fui a abrazarla. Era un alivio tremendo el volver a ver gente. La abracé y la besé como tres veces en cada mejilla. Aquella pobre mujer estaría flipando.

La solté, le di las gracias y le pregunté la hora. La mujer me respondió bastante asombrada y dubitativa. Eran las cinco y media de la tarde. ¿Qué coño había pasado entonces? ¿Había sido un sueño? Joder... no era posible. La boca me sabía a vómito. Anduve hasta la puerta del gimnasio y ahí vi a un hombre bajito fregando los restos de carne que, en teoría, yo había dejado ahí. 

Seguí la calle mientras pensaba en qué había sido todo eso. ¿Sonambulismo? Quizá me había colado en esa casa mientras estaba en modo zombie y había cogido toda aquella comida ante la cara de inredulidad de los comensales... no sé, no creo.

Miré al fondo de la calle y no veía el final. Puta calle interminable.

Bueno, pensé, así tendré tiempo para saber qué coño ha pasado aquí.

3 comentarios:

  1. No puedo parar de leerte, eres un as!
    Llevo una noche loca sin parar de leer hasta cada puta coma de tus textos, y me encantan. Tengo la sensación de "conocerte" un poquito más en cada texto y, por eso, hasta me permito hacerte una recomendación (si me lo permites tú, y si no la has leído ya), se trata de "El guardián entre el centeno", de J.D.Salinger. Te comento esto porque en este relato me has recordado incondicionalmente al protagonista de la novela que te he sugerido. Eres como el Holden Caulfield de Madrid, consigues captar la atención de tus lectores de una manera flipante.
    Sigue así!

    ResponderEliminar
  2. Es la primera vez que escribo directamente en el blog, así que, que no sirva de precedente. Quería agradecerte el comentario. Realmente quería hacerlo de una manera más privada pero no me has dejado elección.

    Siéndote sincero no me había convencido del todo. Fue una noche muy larga y tardé más de lo necesario, muchas idas de olla y pensamientos poco nítidos. Me compraré el libro y así me obligo a leerlo (aunque ya lo conocía).

    Pasa sin llamar, que te pongo lo de siempre.

    ResponderEliminar
  3. Vaya, no esperaba una respuesta tan exclusiva!
    La verdad es que comenté como anónimx porque era lo más rápido.
    Ah, también puede ser que no recordase que había abierto Este blog hará cosa de una semana... Pero lo tengo bastante abandonado, nunca tengo tiempo para dedicarle unos minutos. Sé que es triste, pero es época de exámenes!
    Intentaré publicar alguna cosilla para hacerte competencia ;), aunque difícil lo veo, chico!

    He de decirte que me halaga mucho que te hayas tomado mi sugerencia tan en serio. Comprarte el libro, vaya! Sólo espero que lo disfrutes tanto como yo lo hago leyendo tus textos (en serio, cuando los acabo me siento estúpida teniendo la boca así de abierta sin darme cuenta...)

    Nada, lo dicho, sigue así, que yo seguiré pasando. (A partir de ahora desde esta cuenta, para que no rompas con tu costumbre de no comentar directamente desde el blog).

    Salud!

    ResponderEliminar