A la Vírgen de la Cueva.

Vuelve el calor y la frente empapada. Rezando por esa brisa que no llega y que pasa tan rápida que no te da tiempo a apreciarla. Soñamos mil inviernos con que lleguen días cálidos y alguien no sabe interpretarlo. Cálidos para el corazón, no para el pecho. Si normalmente nos asfixiamos en un par de carreras, que acabamos echando la pota, con esta temperatura no hay intención ni de levantarse a la nevera.

Tira esa tiza a tomar por culo que la marca de mi cuerpo ya la ha hecho el sudor sobre el sofá. Ahí he muerto yo. Varón. Blanco. Un metro, noventa centímetros. Sesenta y cinco kilos aproximadamente. Complexión... en el chasis. Hora de la muerte... Diecisiete pe eme. Causa: deshidratación. Posiblemente se le paralizaron las piernas debido a la falta de electrolitos y putas mierdas similares, con lo que no pudo levantarse a refrescarse el gaznate.

Hay que tener cuidado con lo que deseas. Muy felices pedimos que llegue el verano y nos imaginamos en la piscina luciendo palmito. Pero hay un periodo de tiempo en el que me cago en su puta madre un par de veces cada hora por el calor que hace. Abundan los rapados, las minifaldas y los escotes. Dios bendiga el verano.

Y de mientras, hasta los cantantes me sueltan a través del equipo que les traiga unas birras frías. Lo siento amigo, me las he terminado yo todas. La barriga se gana a base de sudor y esfuerzo por hacer lo menos posible.

Pfff. Somos cuatro pollos asándonos dentro de un autobús camino de la universidad. Oh, Dios mío, quédate tú las putas fuerzas y dame un soplo de aire fresco.

Las noches con el sonido de los grillos, las persianas subidas y las voces de los muchachos de fondo ya nos son familiares. Aquí no dejamos la puerta abierta como en los pueblos, que se escapan las malas intenciones.

Dejo de daros la murga, que bastante tendréis con lo vuestro.

Feliz noche de miércoles. Espero que mañana escurráis las sábanas y recéis a la Vírgen de la Cueva.

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