En una puta nave

Es coger el coche y sentirme como en una nave espacial. Voy yo sólo, con mi música, tranquilo, como en otra galaxia. Es una sensación de lo más agradable.

Intermitente a la izquierda y el tic toc suena a gloria. Acelerar, pisar el embrague, meter cuarta. El juego de pedales es algo maravilloso. No soy un gran aficionado al mundo del motor. Tampoco soy un gran entendido de modelos. Soy un clásico. Ford Mustang rojo y listo, pero me conformo con el Ka.

Y que vaya a ciento diez, a tres mil revoluciones y parezca que vaya a reventar. Toda la carretera es para mí. Nadie alrededor y yo como un gilipollas en el carril del centro. Además no me tengo que preocupar de los radares porque el coche tampoco coge más velocidad.

Llego a mi destino y no me quierto bajar. Quiero hacer un viaje de veinte mil kilómetros sin parar a repostar ni descansar las piernas. Sólo cambiar de marchas, sujetar el volante con la mano izquierda y la palanca de cambios con la derecha. Las rayas de la carretera pasando por debajo y los árboles por mi izquierda y mi derecha.

Me siento como en una puta nave.

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