Poca chicha

Estoy totalmente reventado. Como si hubiese estado haciéndolo durante horas pero sin esa grata sensación en el cuerpo. Si consiguiese imitar su voz sería Silvester Stalone en Rambo. "¡Coronel Thruman, no siento las piernas!

Y luego me acuesto, me duermo y a las dos horas me despierto con los ojos como un tipo que acaba de meterse una raya de speed, o de éxtasis, o de cualquier mierda de esas. Es terrible. Dan las tres, las cuatro. Y ya no tengo los ojos tan abiertos. Ahora lo que se lleva son las ojeras como si te hubiesen dado de puños. Y me pican. Y me duelen. Y bostezo. Y no duermo.

Doy cientos de vueltas en la cama cada noche. Creo que me estoy desgastando de tanto girar. Y al final son las cinco de la mañana y me duermo. Y a las diez y media me despiertan y me vuelven a picar los ojos, con las mismas ojeras. Y sigo bostezando.

Y luego dan las tres de la tarde y tengo que coger el puto tren. Voy por la calle con los ojos cerrados por el sueño y por el Sol. Y hace un calor increíble y se me pega la camiseta. Y sudo y noto como mi frente se llena de gotas, y mis sobacos (axilas lo llaman ahora). Subo la calle hacia la estación de Cercanías y me cruzo con la gente que llega de clase, del instituto o la universidad. Me encuentro con una chica que vive bajando mi calle que está muy, pero que muy buena. Es preciosa. Y me imagino cómo sería pasar una tarde con ella.

En un café, en alguna callejuela del centro de Madrid. Y en el Retiro, viendo los pajaritos, la casa de cristal, los peces asesinos del lago central. Y nos besamos. Tumbado en el césped boca arriba y ella tumbada sobre mi, boca abajo, con sus codos en mi pecho. Y el puto Sol de nuevo dándome en los ojos. Y nos volvemos a besar. Le toco el culo y ni se inmuta. Es perfecto.

Pero tengo que cruzar y los putos conductores no paran aunque haya un paso de cebra. Y veo como el tren entra en la estación y me la suda. No voy a correr ni de palo. Por fin paran y encima me miran mal desde dentro. Malditos cabrones. Y miro por todo el andén a ver si hay más chicas guapas. Pero no hay. Debe ser que a las tres de la tarde la gente está en su casa, comiendo, como debería hacer yo, y no en un puto tren esperando para ir a clase.

Y una vez dentro del tren me siento y sigo a mi rollo con la música. Me empano y el camino se hace ameno, pero me tengo que bajar en Atocha para hacer trasbordo. Salgo del tren, giro a la izquierda, subo las escaleras mecánicas, giro a la derecha, recto diez metros, giro a la derecha y bajo las escaleras mecánicas. Andén tres. Esperar a que llegue otro tren. Y la gente empujando para subir los primeros y encima se quedan en la puerta. Entonces me dan ganas de tener una AK-47 con munición infinita y descargar contra todos ellos para poder pasar hasta el fondo, que es donde deberían haberse puesto. Así que o me quedo en la puerta por donde no tengo que bajar (la mía es la otra), o hago malabares y equilibrio para poder pasar al otro lado.  Y encima se quejan porque me quiero quitar del medio. Y si no me quito se quejan porque ellos se tienen que bajar antes, pero yo estoy delante y no me puedo quitar porque un millón de personas están intentado bajar también, y yo me tengo que quedar dentro porque no me bajo hasta dentro de dos paradas.

Y después llego y ando por el andén entre yonkis y curritos. Salgo y me juego la vida cruzando la carretera porque el bus está a punto de irse y no me apetece subir la Avenida de la Arboleda andando. Me subo en el autobús y me siento detrás del todo. O en el sitio para minusválidos que es el más grande. Y también se sube esa chica con el pelo corto, muy guapa por cierto. Tiene unas buenas caderas pero es preciosa y a mi me gusta. Y me pongo a imaginar como sería volver a quedar con la chica de mi calle. A ver qué os vais a pensar, que no estoy tan enfermo de imaginarme tardes en el Retiro con todas las pivas que veo.

Sube el bus la avenida y todo el mundo abajo. Subo la puta cuesta destroza gemelos y tiro por el pasillo hasta el bloque cuatro. Pero macho, me pillo el ascensor para subir a la tercera planta porque no subo esas escaleras ni con tus piernas. Giro a la izquierda y ahí no hay nadie, porque han coincidido todos los trenes y el bus y llego a las cuatro menos veinte. Así que me siento en el banco ese. Tirao' a la bartola y con medio culo fuera. Joder, el cansancio desaparece por la punta de los dedos y el solecito en la cara da un sueño que ya lo quisiera por la noche, y no cuando tengo que entrar en clase.

Y luego termino esas dos primeras horas y a la cafetería. O si no al centro comercial de al lado. Y si no, qué coño, me voy a mi barrio, haciendo el mismo camino que antes pero en sentido inverso. Y llamo a mis colegas para que se bajen porque no es de recibo que vuelva tan pronto a casa. Y si uno está currando y los otros no bajan me jodo y me voy al parque de al lado de mi casa. Y me imagino que la chica guapa de mi calle que vive en frente baja y empezamos una agradable conversación y acabamos enrollándonos, pero en vez de en el Retiro, en ese parquecillo de al lado de casa. Ese que hace unos años estaba lleno de jeringas y donde tantas tardes he pasado cuando era pequeño.

Pero la verdad es que nunca pasa eso. Así que termino hasta los cojones de estar en el parque y me voy a algún chino a por gominolas. Me compro dos regalices de cada. Fresa, fresa con azúcar, coca-cola, verdes (no sé qué puto sabor será). Y dos cerezas, dos dentaduras, dos pizzas, dos sandías, dos gusanos. Siempre es lo mismo. Y vuelvo a mi casa muy lentamente. Porque los pies, a estas horas del día, me pesan. Más que los huevos yo creo.

Y meto la llave en la reja, la giro hacia la izquierda y entro. Saco la llave, le hago un chhhssst a la perra del vecino, me mira con indiferencia y le digo que le den por culo. Cierro la reja, subo los cuatro escalones y meto la llave en la puerta principal. Giro hacia la izquierda y entro.

¿Ya estás aquí? No, es que he mandado a mi yo del futuro a ver si había alguien, no te jode. No, bueno, eso no lo digo porque la que pregunta es mi madre y a las madres hay que tenerles un gran amor y respeto. Así que digo solamente que sí, que ya estoy aquí. Como siempre llego antes de lo que debería me dice: que pronto estás aquí. Ya, es que el profesor no ha venido, ya sabes como es la universidad, que a veces ni vienen, total, como están los apuntes en internet... A quién quiero engañar. No suspendo el recreo porque no tenemos, que si no... que negro lo veo. Voy a tener que empollar como un puto cabrón. Eso es al menos lo que me digo siempre. Pero no aprendo. No sé por qué, después de tanto tiempo como estudiante, no aprendo.

Qué le vamos a hacer. Subo, dejo la mochila, me quito los vaqueros y las deportivas, enciendo el portátil, la radio y me tiro en la cama.

Y un día más que tachar en el calendario y un día menos para palmarla. Suerte que aún quedan muchos días en el calendario hasta palmarla. Y a esas horas ya puede venir la del autobús, la de mi calle o quien coño quiera venir que o se pone ella encima y hace todo el trabajo o aquí nos quedamos los dos con el calentón, porque mi cuerpo no reacciona de puro cansancio.

Y todavía queda tirar la puta basura de los cojones. Y además luego recoger la cocina. Y son las diez y me muero de sueño, pero no me puedo acostar porque si no a la hora y pico me despierto y tenemos el cachondeíto de siempre. Y me conecto al Tuenti a ver si hay algo nuevo. Pero nada. Comentarios ninguno porque tengo el tablón desactivado. Privados tampoco porque no hay nada importante que decir un miércoles. Eventos no porque tengo a casi todo el mundo bloqueado. Fotos tampoco porque a ver quién coño se va a hacer fotos un lunes o un martes. Así que abro un par de Tumblrs de humor, el Youtube, el blog, un foro de adictos a las zapatillas deportivas, el catálogo para bajarme películas de Clint Eastwood y un outlet online de ropa guapa. El blog lo dejo para después de cenar, a ver si alguien ha escrito algún comentario. Y veo Spitting Essence, y los cabrones me alegran el día porque han renovado el repertorio de fotos. Y veo un par de Tumblrs más y tienen lo mismo que por la mañana. Y veo el blog y está igual que lo dejé. Y me cago en sus muertos.

Apago la radio y pongo música tranquilita. Joder que me amputen las piernas que dolerá menos que ahora. Y yo tumbado en la cama con una desidia increíble pero sin querer irme a la cama porque si no estaré danzando dentro de dos horas otra vez, escribiendo mierda en el blog. Y ahora pienso en una chica, pero no en la de mi calle. Una que vive bastante más abajo. Una a la que no consigo quitarme de la cabeza pero que ya me dejó una vez. Y entonces me imagino que ella lee todo esto y se enamorará otra vez perdidamente de mí. Pero luego pienso que por qué soy tan gilipollas. Y yo mismo me respondo que en la vida hay que tener ilusión por las cosas que uno quiere aunque te de una hostia en toda la cara. Y todo es muy contradictorio en mi cabeza. Estoy muy bien soltero. Quiero que me besen de una puta vez. Y tengo una sensación que no tengo normalmente. Hace mucho, muchísimo tiempo, que nadie me da un abrazo sincero. Y quieras que no a veces mola que te den uno, o dos, o uno que parezcan muchos, o muchos. Da igual.

Y así termina otro día que es igual que el de ayer. Y que probablemente será igual que el de mañana. Y yo sueño con encontrar una chica como las de la revista Front o las del Tumblr de Spitting. Esas tías deben ser ninjas porque se esconden de puta madre.

Así que ná. Poca chicha.

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