De nada

Esta tarde hablé con Dios. Bajó y se trajo una botella de buen Talisker. Nos sentamos, sirvió el whyski en un par de copas, sacó dos Montecristo y empezamos a fumar.

Estuvo callado durante un par de minutos aproximadamente. Sabe cómo crear expectación. Saboreaba cada bocanada de humo y después lo soltaba, denso como una cascada de miel. La copa, vaciándose con cortos sorbos. ¿El lugar? El Paraíso.

Carraspeó un par de veces y emitió un pequeño chasquido con la lengua. Cogió aire y comenzó.

Me contó muchas cosas. Yo me limitaba a escuchar atentamente cada una de sus palabras. Parecía que se había estudiado ese discurso seis o siete veces. De vez en cuando paraba, daba una larga calada y continuaba. Me dijo que tenía algo preparado para mi. No me dijo qué, no me dijo cuándo, no me dijó cómo... sólo dijo que había algo. Algo que merecía por todo este tiempo de "plegarias".

Extrañas plegarias diría yo. No es el Dios que nos pinta la religión cristiana. No es el dios musulmán, hindú, no es Buda tampoco. Es un dios personal. El dios al que acudimos cada uno de nosotros cuando nos creemos inútiles ante algún problema. Cada uno se lo imagina como quiere. El mío guarda un gran parecido con Tom Selleck, por ejemplo.

Pero no está ahí siempre que nosotros queremos. Actúa a su antojo, cuando a él le parece el momento adecuado. Le recriminé que llevaba mucho tiempo dándome largas. El cabrón se había acostumbrado a la buena vida. Al fin y al cabo la culpa es mía que se lo permito. Por todo ello pensó que era un buen momento de tramar un plan en mi beneficio. No conozco las personas implicadas. Nadie las conoce. Él si, por supuesto, pero no me las va a decir. Y si ese fuese el caso, yo no os lo diría.

Cuando las colillas de los puros emitían sus últimos alientos y la botella sólo servía como adorno, se levantó, se acercó, me dio dos palmadas en el hombro izquierdo y me dijo:

"Te lo mereces chico. Mucha gente se lo merece. Pero tú tienes algo especial. En tu subconsciente sabes que te lo mereces, pero siempre vives cargando con la culpa. Intentando liberarte de los fantasmas que te persiguen. Otros, simplemente, les dan la espalda y viven con ellos siempre detrás. Le echas un par de huevos y les miras a ojos. Te mantienes firme en la arena, escupes al suelo y das todo lo que tienes, día a día, para acabar con ellos. Tus amigos lo saben. No saben que lo saben, pero lo saben. Una película con algunos de esos momentos y una buena canción de fondo podría ganar muchos premios. Por ejemplo... Don't stop me now de Queen. Ésa sería una canción cojonuda. Joder, menuda escena."

Y después de eso, se fue.

Por eso, si estás leyendo esto, quiero que la próxima vez que salgas a la calle, mires al cielo. No busques nada en él, sólo clava la mirada en uno de sus infinitos puntos. Sonríe y dale las gracias. Pronto alguien bajará y tendrá una charla de tú a tú contigo.

Quién sabe, a lo mejor esa persona podría ser yo.

De nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario