La belleza es pasajera

Los últimos años de Johnny Cash, los sólos de guitarra de Jimi Hendrix hasta las cejas de todo, el chorro de voz de Freddy Mercury o las dos caras de Bob Dylan. El saxo de Charlie Barnet o Maceo Parker. Los dedos mágicos de Alice Coltrane, Duke Ellington, Thelonious Monk o Claude Thornhill. Abel Calzetta y los videos de Juán Rayo. Las fotos de Robert Doisneau, La gran ola de Kanagawa de Katsushika Hokusai...

Cualquier momento es bueno para dejarse atrapar por el arte y sus distintas maneras de entenderlo. Hecho de menos poder perder el tiempo tumbado en la cama escuchando a John Coltrane, viendo películas o deborando libros de Chéjov, Rousseau o Sarte.

O transformando en sonidos el silencio por estar sólo...

La belleza es pasajera casi siempre. Sólo el arte y las mujeres la conservan para siempre.

Una botella de Grant's. Un vaso con hielo. La habitación iluminada por el Sol que se cuela entre las cortinas. Una rosa en la mesilla. Embriagado por el alcohol y los efectos secundarios del jazz. Una hoja en la máquina de escribir. El cenicero lleno de colillas refleja las largas horas de escritura de la noche anterior.

Y sin embargo nadie con quién compartir todo esto.

La belleza es pasajera... pero ha decidido quedarse aquí para siempre.

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