No sé si lo has sentido alguna vez. La sensación de volver a hacer lo que más te gusta. Es adictivo. Es mejor que cualquier droga que te puedan ofrecer. Encerrado en una habitación de doce metros cuadrados, olor a tabaco, el cenicero humeante... El portátil echando humo, la música en los cascos y el micro pegado con celo a una escalera.
Y algunos se siguen preguntando por qué cojones hago esto.
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