Llueve

Llueve. Y es de esas veces que parece que no pero acaba calando hasta los huesos. Y hace frío y estás tan lejos.

Hace tiempo que dije que no, que cuando salgo y llego a casa pasadas las dos o las tres estoy bien, pero sigo siendo el mismo idiota de hace diez, once o doce años que no sabe que aquélla debería haber sido la última y pidió otra más. Y dos. Y tres.

No sé qué decir que no sepas o que no haya dicho ya. Que no escribo porque para qué, si ya lo dije todo y no hace falta decir nada más. Si todo es redundante o ya lo escribí mejor en algún momento. Si ya lo hemos sentido todo pero, coño, quiero seguir haciéndolo. Por los siglos de los siglos. Amén.

Escribo. Y borro. Y vuelvo a escribir. Y eso no me gusta o podría quedar mejor y lo vuelvo a borrar. No recuerdo exactamente cómo se hacía esto, pero sé que así no era. He de reconocer que he perdido práctica. Déjame empezar de nuevo.

Llueve. Y abro las ventanas y toda la casa me recuerda a ti. Y, joder, qué grande es de repente. Te llevaste el mapa de esta cama cuando saliste por la puerta y ahora soy yo el que no sabe salir de aquí.

Espero que vuelvas pronto y me rescates porque llevo más de nueve años buscando. Aunque, pensándolo bien, para qué encontrarme. Si hemos estado en todas partes y me he dado cuenta de que ya no me importa estar perdido, que lo más importante de ese y de cualquier otro momento es que estás ahí, conmigo.

Así que ven, perdámonos juntos.

Porque eres lluvia que parece que no pero acabó calando.

Y no pares nunca y empápame hasta lo más hondo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario