Apagado

La vela se consume y el fondo se llena de cera líquida. La llama ilumina en redondo el cuarto, quedándose a oscuras las cuatro esquinas. El fuego baila al ritmo que marcan mis pulmones. Es un tango con mi aliento en el que sólo uno puede quedar vivo. Es el Tango della Morte.

Mientras se consume el tiempo, los recuerdos suben al tren. La estación está llena. El andén está repleto de pasajeros que temen perder la última oportunidad de salir de aquí. Ruidos, golpes, carreras... El reloj de la estación no marca ninguna hora. Aquí dentro el tiempo es efímero. Las agujas están prohibidas.

Yo sigo tirado en la cama, boca arriba. Por la ventana entra un pequeño rayo de luz. Fuera es otoño. Una de esas frías noches de otoño. Los árboles tornan pardos al igual que los gatos. Las hojas llegan a viejas y no consiguen mantenerse agarradas a sus ramas. El aire se convierte en un manto color de apatía y momentos melancólicos. La niebla hace que la luz de los faroles se disipe antes de llegar a ti. Una pareja de enamorados vuelve a casa después de una noche en el teatro. Se quieren mucho. Se desean. Son jóvenes y sólo desprenden pasión. Caminan torpemente al ir abrazados el uno al otro, agarrados de la mano. Él lleva una larga gabardina negra y ella una falda larga. Ella lleva, en la mano derecha, una rosa. Seguramente hagan el amor.

El maquinista hace una última llamada. El andén está quedándose vacío. Sólo algunos pocos recuerdos, los que no han conseguido billete o los que, simplemente, no quieren irse de aquí, despiden a los que ya están dentro. Lanzan besos, apoyan su mano contra el cristal de la ventanilla, y lloran. No es un 'ya nos veremos', no. Es un 'espero que os vaya bien'. Se quedan aquí, conmigo.

Cierro los ojos y los vuelvo a abrir. Me giro, recostándome sobre mi brazo derecho. Alargo la mano izquierda y abro el cajón que hay junto a la cama. Suena metal rodando. Abro una caja de madera y saco el revólver. Hay tres balas. Exceso de munición. Sólo necesito una. La meto, giro el tambor y lo cierro. Qué maravilloso es este mundo. El tren ya ha salido de la estación, a la vela le queda mi último suspiro y los recuerdos están llorándome al oído. Sólo una lágrima se ha atrevido a salir, buscando mi barbilla para acabar suicidándose contra el frío suelo de madera. Me siento sobre la cama, rezo y miro al techo. Espero que guarden sitio ahí arriba para los cabrones como yo. Giro la pistola y pongo el pulgar en el gatillo. Abro la boca y meto el cañón.

'Click'. Dios me ha concedido otra oportunidad.

'Click'. Dos.

'Click'. Tres.

¡PUM!

...

La vela se ha consumido. La llama se ha apagado.

6 comentarios:

  1. No hay cielo que no se atreva a acogerte.

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  2. Increíble... me has dejado sin palabras...
    Eres un crack ;)

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  3. Eres un hijo de la gran puta que lo sepas jaja. Me encanta tío, grandísimo, es de hecho de los que más me han gustado. Nos vemos perra mala.

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  4. Si hay algo que se parezca a la puta perfección, lo haces tu en cada entrada de tu blog macho. No me canso de leerlo.

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