Para recordarte siempre

¿Dónde están esas cartas que me escribías? ¿En qué cajón se perdieron? ¿Qué hizo el polvo con mi nombre en el remite?

El bolígrafo plasmó lo que tú sentías por mi. Lo que hacía que tu corazón latiese más rápido al verme, al besarme, al recordarme. Lo que hacía que tus labios temblasen cuando acariciaba tu cuello. ¿Dónde han ido a parar todas esas cosas?

La locura lo convirtió en amor. El tiempo lo convirtió en... nada. Cenizas en el suelo y polvo en las estanterías. Una flor marchita aún sigue en el jarrón. El agua está sucia. Las botellas están vacías y las velas consumidas. El oxígeno avivaba la llama pero respiramos demasiado fuerte. El diván quedó inservible de soportar el peso de mis recuerdos durante tanto tiempo.

Los libros están abiertos por una página cualquiera. Los bordes de las hojas están amarillos y las tapas rotas. Las letras doradas de la portada han perdido su brillo. Al mismo ritmo que el brillo de tus ojos se perdía entre la niebla. Adiós. Sólo nos dijimos eso. Adiós. Supongo que no quisimos hacerlo más duro. Sí... supongo.

La aguja ha rayado todos los discos. Han girado un millón de veces y acabaron echándolo todo conmigo. Todos, abrazados a la porcelana. Pero sólo yo me abrazaba a tus recuerdos. Sólo yo. Ya no quiero fumar. No quiero beber más. Detesto toda esa música. Toda esa poesía. Toda esa falsa sensación de calma. Ya no quiero nada.

Los días pasan lentos en el salón. La radio dejó de hablarme hace mucho tiempo también. Hoy en día sólo gasto mi tiempo en mirar por la ventana. Soñando con que algún día tu imagen se acerque desde el final de la calle. Que lleves uno de tus vestidos largos. Blancos. Con un lazo en la espalda. Con el pelo recogido por una gran flor. Que tu sonrisa contraste con el rojo de tus labios. Que tus pestañas provoquen huracanes en mi pecho. Que tu latido provoque terremotos en mi alma... Pero ese día no llega. Nunca llegará. Y yo seguiré aquí, sentado. Fumando, bebiendo y escuchando esos discos hasta que dejen de girar. Seguiré aquí eternamente. Esperándote.

Buscaré tus cartas por todos los rincones de la casa. Buscaré lo que en ellas ponía por todos los rincones de mi mente. Buscaré la manera de volver a soñar. De volver a vivir con la sensación de poseer el mundo sólo por oír tus carcajadas.

Nos echan de menos en aquellos bares. En aquellas terrazas. En aquellos parques. Los camareros han olvidado qué tomábamos. Han olvidado 'lo de siempre'. Tu café con hielo y mi copa de Brandy. Tu croissant y mi par de cerillas. Tus 'muchas gracias' y mis propinas. Ya ninguno de ellos lo recuerda. Ya nadie nos recuerda. Te recuerdan a ti. Me recuerdan a mi. Pero no recuerdan el 'nosotros'. Supongo que ni siquiera tú lo recuerdas ya.

Sí. Es posible que aún sí lo recuerdes. Como un tiempo muy lejano. Agradable. Miles de momentos perfectos. Sí. Los recuerdas. No hay duda.

Sólo espero que no olvides quién los hizo realidad. Que no olvides el número que cuelga sobre la puerta. Que no olvides quién vive muere allí dentro. Que no olvides que un día te prometí que nunca te olvidaría. Sólo eso.

Me voy a encender otro cigarro. El último. Lo dejaré en el cenicero cuando quede una calada. Daré también mi último trago y miraré por la ventana por última vez. Te recordaré sentada en el banco del porche, viendo como los niños corretean por la calle. Pero cogeré de nuevo el cigarro y daré, por fin, la última. Y moriré con la llama que quema el papel. Soltaré el humo por última vez. Soltaré el aire por última vez. Se apagarán las velas y mi vida. Se cerrarán mis ojos para no volver a abrirlos más.

Se cerrarán mis ojos para recordarte siempre.

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