Ese es mi sueño

Vuelven las noches de no dormir. Vuelve el dar vueltas en la cama como un tonto. El sudor en la almohada. El acostarme sin camiseta. Vuelve el verano. Madrid Hell.

Sentado en la cama a oscuras. Sobre el armario la silueta de las rejas provocada por la luz de las farolas. El sonido de los últimos Cercanías pitando en mi cabeza. Los autobuses. La fundición del polígono. Las bajadas de persianas. Los últimos pasos de la noche. Las últimas voces. La calle muere sin testigos que delaten cómo fue. Y todos los días muere.

La única luz que hay aquí dentro es la del portátil, la punta del cigarro y la llama del mechero. En casa todos duermen. Todos menos yo. Yo ya no duermo. Dejé de soñar hace mucho tiempo y... dime, para qué dormir si no sueño. Por eso estoy aprendiendo a hacerlo despierto. No suena música en los cascos. Ya no. Hay que dar un descanso a esos raperos madrileños. Esos que ahora estarán en el parque fumando y bebiendo. Esos que tampoco sueñan.

El humo flota en el aire y se pierde poco a poco por la ventana. Los pulmones se llenan de oxígeno y después lo sueltan, haciendo de colador para el alquitrán y toda esa mierda. Dios, no hiciste bien tu trabajo. Las risas de por la tarde aún resuenan en mi cabeza. Las arrugas de expresión se acentúan más cada día que pasa. Y todo por culpa de mis cabrones. Ellos sí que sueñan. Todavía tienen esa suerte.

Creo que voy a echarle un par de monedas más a la máquina. Que gire el plato y Coltrane sople convirtiendo el aire de sus pulmones en miel para mis oídos. Somos una generación de yonkis. Las mujeres: nuestra droga. La música: nuestra medicina. Es una combinación perfecta. Ya gira. Es como un ... y ya no existen los problemas. Me veo sentado en el local, al fondo, donde las luces no se atreven a asomarse. En el escenario una banda de jazz negra y una mujer preciosa en el micrófono. Los labios rojos. El vestido negro con purpurina. Tacones capaces de atravesarte el pecho. Una gran rosa en el pelo. Unos pendientes brillantes y un collar de perlas. Veo como sus labios se despegan poco a poco y comienza a colocarnos con su voz y sus lentos movimientos de cintura. Es algo hipnótico. En el vaso... bueno, qué sé yo. Lo mismo de siempre. Ancho, no muy alto. Tres hielos. El contenido es lo de menos. El camarero sabe cómo me gusta. La cantante también sabe cómo me gusta.

Abro los ojos y sigo aquí. Sentado en la cama. El cigarro está en las últimas y fuera no corre nada de aire. El asfalto en llamas. Mi corazón... en la lata, también hecho cenizas. Aunque ella intente recomponerlo. Recomponlo. Te prometo que no voy a poner trabas. Ni siquiera tengo miedo a que puedas volver a romperlo. O a llevártelo. Ya me da igual. Mi corazón ya no es mío. Se lo repartieron entre todas y cada una hizo lo que quiso con su trozo. Espero que tú consigas recuperarlos todos y vuelva a latir al ritmo de ese soul que tanto nos gusta oír mientras lo hacemos. Follar sin amor es como escribir sin dolor. Vacío y banal. Un placer triste.

Mato el cigarro contra el interior de la lata y la dejo encima de la mesa. El saxofón emite sus últimas notas. La dosis se acaba. Volverán los temblores hasta que vuelva a verla. Volverá el recuerdo de sus dientes en mi cuello. De mi mano en su cintura. Una mano temblorosa pero decidida. Una mano que ahora agarra el vacío más infinito...

Y así pasan las noches por aquí. Recordando tiempos pasados. No sé si mejores o peores. Simplemente... pasados. Tratando de no imaginar un futuro perfecto porque aquí las cosas no funcionan así. Sólo tratando de pasar el día a día sin tener que echar de menos a nadie. Pasar el día a día y que no me tengan que echar de menos a mi.

El gas del mechero se está acabando. La llama no alumbra lo suficiente. Los ojos duelen de forzarlos. Tengo pinchazos terribles en hombros y cuello y me duele la espalda de apoyarme en la pared. Me tumbo y todo sigue igual. Sudo. Doy vueltas. Como un tonto. No duermo. No sueño.

Vivir verano y dormir invierno. Ese es mi sueño.

1 comentario:

  1. Caray, chico!
    Increíble. Sería incapaz de describir la sensación que siento cuando acabo de leer uno de tus textos y, de repente, estoy aquí, delante del pc con una cara de idiota que delata mi repentino aterrizaje de vete tú a saber en qué mundo de calles dormidas o garitos de jazz me encontraba.
    Es curioso cómo alguien como tú, que se lamenta por no soñar, sea quien inspire en mí aquellos sueños que me hacen subir muy muy alto y ver las cosas desde otra perspectiva más humilde, más cercana, más auténtica, pero siempre al leerte, por supuesto.
    Es genial, de veras.

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