¿Quién está más loco?

Hace algún tiempo una loca me dijo que, en ocasiones, se sentaba junto a la ventana y se imaginaba que era un gran televisor, sólo con un canal, y que lo que allí fuera pasaba era la programación. Aún hoy en día sigo pensando que estaba, y está, como una puta regadera. ¿Cómo coño va a ser un televisor? Si todavía no puedes ver el 3D sin tener que llevar unas gafas de colores... ¿Quién está más loco?

Mi habitación tiene una gran ventana desde la que se ve un jardín lleno de césped, un gran árbol, algún que otro seto y, en verano, niños. Me gusta mirar por la ventana. Me distrae. Me relaja. Aunque fuera no pase absolutamente nada. Por las tardes el Sol se refleja en la pared blanca de la casa de al lado y me ciega. 

Lo que más me gusta es cuando llueve por la noche. El cielo es totalmente negro. No hay estrellas. La luz de las farolas se refleja en las gotas de agua y éstas impactan contra el cristal. De vez en cuando despejo el escritorio y abro la ventana para que entren. La sensación de bienestar es indescriptible. 

Otras veces me tumbo en la cama con el portátil sobre las piernas y me dedico a escribir lo primero que se me pase por la cabeza, pero sin apartar la vista de la ventana. El único punto flaco es que tiene rejas. Es mi cárcel. La cárcel donde he crecido y de la cuál no quiero ser libre. Desde aquí he escrito himnos, auténticas obras de literatura, los poemas más románticos y las palabras más sucias. Cuando una chica me ha abandonado yo siempre estaba aquí. Cobardes. Esperaban a que estuviese aquí encerrado para que no viese sus lágrimas. Ellas tampoco vieron las mías.

Desde aquí le he dicho a un colega que le quería. Hoy en día no imagino mi vida sin él, sin mi confidente. Joder, que me aspen si no sabemos todo lo que le hemos hecho a nuestras novias. Supongo que si eres mujer tendrás una chica así en tu vida. Si eres un tío y no tienes a otro tío así... no sé qué haces que no lo estás buscando ya.

Aquí dentro me he desesperado durante dos semanas seguidas, estudiando como un maldito cabrón para tener un verano cojonudo... y al final no fue suficiente. Aquí dentro he pintado en un papel lo que luego terminó manchando alguna pared. Me hecho miles de pajas. He recordado decenas de dedos en algún portal a medio encender. Me he fumado algún cigarro a altas horas de la noche con las ventanas abiertas de par en par para que la "mama" no se percatase. He sudado la camiseta haciendo flexiones y abdominales, he peleado contra mi sombra, contra mis demonios, he matado a mi ángel de la guarda y después he llorado por él.

Kobe Bryant y Pau Gasol adornan las paredes. Julian Assange me recuerda desde el fondo con una mirada inquisidora que 'la verdad saldrá a la luz'. Las medallas que cuelgan del mueble me recuerdan que en otro tiempo fui un deportista. Un buen deportista. Hoy en día me pego una carrera y hecho hasta la primera papilla. Estanterías llenas de libros. Todos ellos leídos y releídos. Discos. Tote, SFDK, Crema, 995, El Chojin, recopilatorios, Meko, Duo Kie... El equipo de música encendido casi las veinticuatro horas con el pen enchufado porque no hay pasta para tantos discos. Archivadores, folios, huchas vacías, fotografías, el escudo del Atlético de Madrid. El flexo roto, como los sueños en la almohada...

Es una buena cárcel, tío. A mi me gusta. No me importaría pasar aquí el resto de mi vida. Sólo necesito un poco de compañía de vez en cuando. Algo de comida. Clínex. No me importa si no hay relojes.

Lo único que no quiero que se chape es la ventana.

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