Hasta luego, mamita

Me quito los pantalones de chándal. La camiseta de tirantes. Un metro y ochenta y siete centímetros de pavo. Sesenta y cinco kilos de cabrón en gayumbos. Qué risión.

Bostezo. Abro el armario. Pillo los vaqueros rotos por detrás y los tiro encima de la cama. Abro el segundo cajón y saco la primera cami que haya. Gris. Con unas gafas fashion de cristales rosas y un texto que reza: Watch! The guy with the weird glasses. Is the PSYCHO. A la cama también.

Me pongo los vaqueros. El cinturón. Pillo unos calcetines limpios. La historia de siempre. Voy al baño y me lavo el careto. Miro la poca barba que tengo... si es que se le puede llamar barba. Cuatro pelos de bigote. Es lamentable. Un poco de desodorante y cepillarse los dientes a conciencia. A veces sangran las encías.

Vuelvo. Miro las zapas. Cuatro pares. Air Jordan I. Circa. Tenis Adidas. Zoo York. Difícil elección. Ahora entiendo a las mujeres. Bueno... qué cojones. Nunca entenderé a las mujeres. Zoo York. Sí. Zoo York.

Me pongo la camiseta. Aviso a mis 'compaes' de que salgo ya. La cartera al bolsillo derecho del culo, con el bono. El móvil al bolsillo derecho. La música al izquierdo con las llaves. Bajo. Miro el espejo de la entrada. Le lanzo un guiño como si fuese un casanova y el cabrón no me lo devuelve. Maldito bastardo.

¿Te guardamos cena? Sí. ¿Vas a llegar tarde? Muchísimo.

Hasta luego, mamita.

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