A mi casa

Gang Starr y su Betrayal de fondo. Rap del bueno, del real. Ver la música como una vía de escape y no como un negocio. Fuck socios, no más tinta malgastada firmando contratos, cero billetes. Lo que nace en la calle debería quedarse en la calle.

Así debería ser hoy en día. Lo relata muy bien N-Y en Mis 90's:

"Vengo de la época más original, socio,
antes de que el hip hop fuera un negocio..."

En ocasiones como ésta me gusta recordar etapas veraniegas, ver como avanzan las agujas. De pequeño íbamos a la piscina y estábamos allí toda la tarde. Los dedos arrugados, la piel morena, los ojos rojos por el cloro... Después jugar al fútbol un rato y a casa a cenar, ducharse y a dormir.

Después vino la época del baloncesto y la tabla de skate. Las manos negras y las rodillas ensangrentadas. Los tobillos hinchados y la lija en la suela de las zapatillas. Recuerdo dejarme las manos y el culo contra el asfalto más de una y dos veces.

Luego el parque, el graffiti, las carreras. La dueña de la tienda de sprays nos recomendaba beber leche por la noche si habíamos estado pintando esa tarde para que no se nos quedara en el cuerpo. Pues no bebimos leche por aquel entonces.

Llegaron los primeros cigarros, la primera calada y su característica tos mortal... Joder la de dinero que nos dejamos en chicles para disimular el aliento. Y llegar a casa oliendo a desodorante de otro, tiene tela ¿eh?

Al final todo eso se acaba yendo. Ya no hay fútbol en el jardín, ya no hay baloncesto ni tabla de skate, no más graffiti, no más carreras. Cigarros... de vez en cuando. Su capacidad relajante es increíble. A veces voy a tirar la basura y me saco un piti del viejo. Me gusta mantenerlo en secreto, me hace sentirme como cuando era pequeño. Secretismo hasta para mirar pintadas en las paredes.

Me siento, lo miro, le doy vueltas, lo enciendo, le doy una calada y me relajo. Miro al cielo. No pienso, pensar estorba en algunos momentos. Sólo miro allí arriba. Me imagino otra vida. No sé si mejor o peor. La mía es buena. Una buena educación, un buen hogar, mis padres, mi hermano, mis colegas... No puedo pedir más. La pasta es lo de menos. Salir con diez o salir a cero, qué más da. Nos perdonamos las deudas por no hacer cuentas joder.

Y cuando se está acabando el cigarro, cuando agoniza esperando a que le de las dos últimas caladas, todo vuelve donde estaba. Ni ochentas, ni noventas, ni otro barrio, ni otra gente... nada.

Mi barrio, mi gente, mis historias. Miro la chusta, suelto el humo lentamente, la tiro y vuelvo a casa. A mi casa.

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