Qué bueno

Hace tiempo que dejé de conocerme. Me levanto por las mañanas o a mediodía o en mitad de la noche y se me hace difícil mirar al espejo y ver una cara que me resulte familiar.

¿En qué he cambiado?

Sigo siendo el mismo intento de amante perfecto, de bandido que mata con una sonrisa y enamora con... vete a saber qué.

Será el tiempo que me ha hecho así. O serás tú.

Sigo pensando que emborracharse cuando llega el viernes es una ocupación como otra cualquiera y que pasar un domingo en el Limbo que es mi cama, con la boca pastosa, es una costumbre que se convertirá en tradición con el paso de los años.

Pero entonces, ¿en qué he cambiado?

Hace un par de años soñábamos con conocer a una chica un día y obligarnos a conocerla dos semanas después porque ya la habíamos olvidado. Y ahora me obligo a olvidarla para conocerla de nuevo a la mañana siguiente, cuando se levanta con todos sus defectos después de haberse acostado con los míos.

Qué bueno para ti el haberme conocido cuando yo aún me preguntaba quién coño quería ser.

Qué bueno para ti que ya me dé igual quién vaya a ser.

Qué bueno que ya no quiera cambiar.