La buena vida

Me vuelven a oler los dedos a tabaco y el estómago amargo. Me pitan los oídos desde la última vez que alguien te dijo mi nombre y recordaste lo que había sido yo en tu vida. No puedo hacer otra cosa que sonreír y pensar en cuánto tiempo escucharé lo que estás pensando.

¿A quién le escribo todo ésto? No lo sé, no importa. A ti, a él, a ella... Quizá debiera escribirlo sólo para mi.

La noche pasa rápida en el parking de un McDonald's, en un garaje o en mi coche contigo. Hace tanto que no me tumbo a observar las estrellas que se me ha olvidado dónde estaban. En ese cielo negro de ahí arriba ya no hay nada que nos llame la atención. Ahora nos miramos y creemos que no hace falta nada más.

Estamos dejando escapar las cosas sin importancia que son las que más importan.

Si te cuento un secreto es porque sé que se lo vas a contar a alguien. Es una manera de que todos se enteren de algo que me da vergüenza sin contarlo más de una vez. A la cabeza es difícil engañarla, son ya unos cuantos años de jodienda, ¿verdad?

Parece que me han hecho fijo en el turno de noche. Si miro el reloj mientras escribo sé que mañana será un día de bostezos largos y de ojos tímidos.

¿Ves a esos niños jugando a la pelota? Han nacido en el sitio equivocado. Aquí nos dedicamos a llorarle a alguna rubia y a pegarle a la ginebra.

Queremos averiguar cómo de cerca está la muerte.

Cómo de cerca está la buena vida.

Invito yo

La habitación está llena de humo y de tensión entre tú y yo.

Las sonrisas vienen precedidas de una bocanada de aire que nos mata los pulmones y los años de ser felices. Cada tarde en el garaje hace que sea más difícil llegar a viejo, pero ¿quién quiere ser viejo?

Sírveme una copa, que no quiero recordar mañana. Sírvete tú otra, que no me querrás recordar mañana.

Estamos predestinados. Lo sé. Esas cosas se me dan bien. Soy el tipo callado que te devuelve la sonrisa, ¿no te acuerdas? Tus ganas me persiguen para juzgarme. Crímenes de guerra que aún no he cometido debajo de tus pantys. Los dos sabemos que no hay otro final posible, así que alarguemos la agonía hasta que pinche en el estómago. Quiero que me explotes en la boca.

¿A qué día estamos hoy? Debe ser enero por el frío. Debe ser invierno porque ya no recuerdo tu escote. Debe ser terrible que no salga el Sol de nuevo.

Ya me has descubierto. No miras tanto como antes. ¿O si? Quien no mira soy yo, porque ya no hace falta que mire. Ya sé que me has descubierto. Enciérrame y no me sueltes u otra podrá caer como lo estás haciendo tú. Sé egoísta y quiéreme sólo para ti, aunque los dos sabemos que eso es imposible. Tú eres no mía y yo no soy de nadie.

Apuro últimas caladas a 4,35 un interior negro. La noche está llegando a su fin y tenemos que volver a casa. Haré vomitar de vergüenza a los caballeros acompañándote a casa sin más pensamiento que el que me metas la lengua. No voy a impedirte que te dispares en un pie. Al fin y al cabo, nadie dijo que yo fuese un caballero.

¿En qué va a quedar todo ésto? Unas copas, unos cigarros y unas miradas nos han salido demasiado caro, ¿no crees?

No te preocupes.

Invito yo.