Primera de X

"Aún no sé cuál es el motivo que me lleva a escribirte esta carta. Espero descubrirlo algún día y no arrepentirme de ello. Estoy en una gasolinera dejada de la mano de Dios en medio de ninguna parte. Miro a mi alrededor y sólo veo kilómetros y kilómetros de arena. El naranja se funde con el azul en el infinito. El Sol luce inmenso, reinando el horizonte y vigilando cada paso que damos. No sé cómo he acabado aquí. Cogí el coche y, simplemente, conduje hasta que la luz de la reserva se encendió. Ha sido una suerte encontrar esta gasolinera, porque no me apetecía morir en medio de la nada. No me apetecía morir de la misma manera en que he estado viviendo todo este tiempo. No sé adónde voy. No sé siquiera si ésta carta te llegará. El encargado de esa pequeña parte de mi destino es el tipo que está llenando ahora mismo el deposito. Es un puto y pobre hombre. Una camisa amarillenta, un peto de granjero lleno de mierda y una gorra de a saber qué maldito año. Pobre desgraciado. Sí, supongo que puedo confiar en él. Pero dejémonos de gilipolleces y vayamos a lo que realmente importa..."

Comerme un coño

¿Dónde se ha ido ese sueño implacable que tenías hace un par de horas? Te despiertas de madrugada con los ojos de un búho y, en lugar de intentar seguir durmiendo, te levantas, enciendes el ordenador y te resignas porque sabes que no vas a volver a dormir hasta las seis, siete de la mañana.

Tengo ganas de escribir pero no tengo ganas de empezar. En mi cabeza rondan dos mil ideas y todas ellas buenas, pero se evaporan cuando pienso en ellas para desarrollarlas y darles forma. Como cuando miras fijamente una luz y después fijas la mirada en un solo punto.

No quiero escribir frases que se recuerden dentro de unos años. O textos que acaben pidiendo una revólver para dejar de estar en el tablón del Tuenti de alguna adolescente. Sólo quiero sacar de mi cabeza toda esa puta morralla que me impide escribir perfecto.

Pero llevo casi un año escribiendo mierda en este blog y aún queda mucha aquí dentro. A lo mejor no sirvo para escribir perfecto. Sólo para escribir a trompicones, sin faltas y trillado. Repetirme mil veces en dos párrafos o saltar de un tema a otro en la misma línea cuando voy como una cuba. Decir que la echo de menos y decir 'que la follen, que sólo me hace daño'. 

Pero, al fin y al cabo, qué coño esperas. Mayoría de edad de un pringao' dedicada a contar sus noches de jarana y sus resacas (alcohólicas y sentimentales). Y lo único que necesito a la hora de la verdad es enrollarme con una tía y que no me de largas a los dos días. Que finja un poco de amor por mi, pero que no lo sienta, o al final uno de los dos saldrá escaldado.

Cómo echo de menos comerme un coño.

Muriéndonos a solas

Me dedico a escribir cartas de amor sobre algún coño que suplica compañía. Te follo en morse y te leo en braille. Hablo metáforas y consumo droga como cualquier aspirante a morir joven. Ser escritor es una siemple excusa.

Adoro el invierno y odio el frío. Escupo el café. La única lluvia que disfruto es la de alguna tormenta de verano. El jazz cuando estoy sólo. Estar sólo cuando estoy triste. Estar triste cuando veo tus fotos, perra. Al final acabo empapando el libro que me regalaste mientras la banda toca y me mira, extrañada. ¿Qué coño le pasa?

Llego a casa y me voy desnudando camino del baño. Enciendo el equipo y dejo que se preparen. Abro el agua y se llena la bañera. Fuera hace un frío del carajo. Tengo los huesos rotos. El alma seca.

Los pequeños placeres de la vida están matándome. Y ahí estás tú. Estamos muriéndonos a solas.

Sois basura


Sois basura hasta la sepultura,
el niño atormentao' que nunca madura,
una visión muy dura,
a través de la cerradura, es tortura.
Me rasco el culo y me crecen los enanos,
tengo magia en las manos,
ven aquí baby boy, ¿qué problema hay?
dime, a ver, eh yo.
Eh, yo, si quieres jugamos, qué esperas,
sólo hablo con calaveras,
vivo entre santeras y goteras,
huelo a cuero de moteras,
por qué no te moderas o morderás lo sucio de mis suelas.
Mal agüero, abuelas cavan tu agujero,
lenguas son armas con puntero,
si algo no es mío es porque no lo quiero,
yo decido quién va al cielo, así que: ojito compañero.
John es mi ídolo, punto y seguido,
si me jodes no lo olvido, primo,
tiemblan los muñecos y soy el ventrílocuo,
viendo la tele sin volumen con 'snizz' y el científico.
Mi estado mental es igual al caos brutal,
siempre negativo como Van Gaal,
cuando te vas no hay ninguna luz blanca,
eh yo, ponme el aviso parental.
Quieren que diga algo positivo, ¿no?
pues lo digo:
el único motivo por el que tú sigues vivo
es porque yo escribo.

Al fin y al cabo somos gilipollas


No quiero un final inesperado como Brad Pitt en Se7en. Únicamente que el corazón diga 'basta'. Que se canse de recibir punzadas por ese par de tacones rojos que llevabas el día que nos conocimos.

Vuelves a casa bajo una purificadora tormenta de verano. A medida que van cayendo las gotas, muriendo inevitablemente contra el asfalto, el calor de las aceras despierta y comienza a subir, llenando el ambiente de una sensación incómoda y sofocante.

Te paras, miras hacia el cielo y extiendes los brazos. Esperas a que el calor que hay en ti encerrado haga lo mismo. Sale vaho de tu piel como cuando sudas en invierno. El agua purifica la calle, purifica el barrio, purifica el alma.

Llegas a casa y te espera un plato de macarrones encima de la mesa. Ni los calientas siquiera. Sacas un tenedor y te los comes como si fuese lo último que vas a comer en tu vida. Coges la botella de agua de la nevera y rememoras esos ciegos donde 'un hidalgo' era la expresión más utilizada. La vacías, la vuelves a llenar y la dejas, de nuevo, en la nevera.

A medida que ganas las escaleras pierdes la ropa. Las deportivas, los calcetines, la camiseta, los pantalones. Llegas a tu cuarto y ves en el espejo a un tío de metro ochenta y pico en gayumbos. Te entra la risa floja y te mientes jurando que harás ejercicio, que convertirás... nada, en fibra. Sí, ya, claro, como si no me conociese.

Te acuestas y miras la hora. Las cuatro y cuarto de la mañana. Te vuelves a levantar, te sientas en la cama y miras a través de la ventana. La luz de la farola te pega en la cara, sus fotos en el libro que te regaló por tu cumpleaños también te pegan en la cara. Pero esos últimos golpes duelen de verdad.

Te vuelves a tumbar y piensas en lo desgraciado que eres. En las oportunidades que has dejado escapar. En lo mucho que darías por volver a estar con ella. Pero... no, es imposible. El orgullo es mayor que tú y, como mayor que es, hay que respetarle, no me atrevo a meterme con él. Es imposible, ella nunca sabrá lo mucho que la recuerdas... el amor no es amor si no duele.

Al otro lado de la pared: tu hermano. Es demasiado pequeño para comprender de lo que hablas. Déjale, que siga siendo feliz, que siga siendo un crío. En la habitación de enfrente: tus padres. Ellos ya saben lo que es pasar por todo esto. Seguramente si le intentases explicar algo de lo que sientes te dirían que son gilipolleces. Que ya se te pasará la tontería con los años. Fuck a que se pase la tontería. Al fin y al cabo somos jóvenes. Al fin y al cabo somos gilipollas.

Y al final dejas de pensar en lo que pudo haber sido. Piensas en lo que podrá ser. Piensas en lo que tienes, no en lo que te falta. Pero ya no piensas más, porque son las cuatro y media y hoy has madrugado. Así que cierras los ojos y respiras lentamente, mientras las ideas que hace un instante rondaban tu cabeza se convierten en vagas imágenes poco nítidas.

Otro día más. Otro día menos. Las fotos en cuadernos y los besos en el cuello.

Para variar

Mi musa ha perdido el último autobús y, con la que está cayendo, pasa de venir andando. Supongo que esperará en la marquesina a que amaine un poco. O, quizá, se caliente las manos con la esperanza de que pase un taxi que éste no esté ocupado. No sé.

No creo que hoy pueda dormir mucho. Estaré tumbado en la cama, mirando fijamente el móvil, esperando a que la luz se encienda y su nombre aparezca en la pantalla.

Me pondré unos vaqueros y una camiseta e iré en su busca, cual héroe de cómic. Pararé el coche justo delante y le diré algo así como: 'disculpe, señorita, ¿quiere que le lleve a algún lado?'. Ella subirá y nos besaremos. Durante el viaje de vuelta a casa le preguntaré que qué tal el teatro. Me dirá que demasiado lenta para su gusto. Me interesaré sobre el café que se ha tomado después con su amiga, en un local justo en la acera de enfrente. Se quejará por el servicio del camarero. Era nuevo y se le veía algo torpe. Demasiado lento para su gusto. Reiremos y ahora las preguntas las hará ella.

Preguntará, por cortesía, que cómo me ha ido la tarde. Me resignaré de nuevo al recordar que la vida de escritor no es tan bonita como la pintan. Que hay que comprar más ron y que la nevera está en las últimas. Le ofreceré venir conmigo a desayunar fuera mañana y después a hacer la compra. Dirá que no, que tiene mucho que estudiar, pero que por favor le lleve a casa.

Esta noche la pasaremos juntos, en mi casa. Tomaremos una copa de lo primero que encontremos y después follaremos hasta que yo ya no pueda más. Ella se dará una ducha y se irá a dormir. Yo haré café e intentaré escribir algo un poco decente, para variar. Una hora y tres cafés después desistiré y me iré a hacerle compañía. Le daré un beso en la frente, las buenas noches y apagaré la luz de la mesilla.

Me dormiré pensando que soy el tipo más afortunado del mundo.

Era perfecto

Nos amábamos tanto... éramos la pareja perfecta. Discutíamos todos los días. Ella me chillaba y yo le chillaba más fuerte. Nos insultábamos a todas horas. No recuerdo muchas palabras bonitas, la verdad. Nuestras discusiones solían terminar en golpes en el suelo de los del piso de arriba, golpes en la puerta por alguna jodida pareja de 'cops', o golpes en la cara con la mano abierta mientras follábamos hasta romperme el frenillo. Joder, era la relación más perfecta que he visto nunca.

Cuando terminábamos de hacerlo se acercaba a mi oído lentamente y me susurraba un 'te amo'. Era un 'te amo' verdadero. El único que hay, el de después de un polvo reconciliador. A decir verdad... casi todos nuestros polvos eran polvos reconciliadores. No solíamos hacer el amor. Eso es para parejas que están empezando y aún no saben una puta mierda del amor. El resto de parejas... follan. Y los casados... bueno, los casados se masturban pensando en esa secretaria cachonda que han contratado.

De vez en cuando le pegaba una paliza. No estoy muy orgulloso de decirlo, pero es verdad. Y, además, era necesario. Pero no le pegaba por diversión, ni mucho menos. Le pegaba porque quería demostrarle que me importaba. Es difícil de explicar, la verdad, pero es cierto. Cuando salía por ahí con sus amigas y se vestía como... como una furcia, enseñando y meneando el culo como una auténtica fulana... me ponía enfermo. Y luego llegaba a las tantas, borracha como una cuba, creyéndose Lita Ford y acabando como una cualquiera echándolo todo abrazada al váter. Aún recuerdo esas noches... yo le sujetaba el pelo y me masturbaba mientras ella estaba ahí, a cuatro patas, vomitando. Luego me corría en su vestido de lentejuelas y la dejaba tirada en el baño mientras yo me servía una copa.

Me amenazaba con dejarme muchas veces, pero yo no la tomaba en serio. ¿Dónde coño iba a ir esa incapaz? Ni siquiera tenía el sueño de ser actriz. Era camarera en un bar de mierda, al que sólo iban fracasados, a tirarle los tejos a las chicas jóvenes y con escote que servían cafés y más cafés. No valían para nada más que no fuese echar café o echar un polvo. Realmente, no necesitaba trabajar en ningún sitio. Nos llegaba para pagar el alquiler, la comida y los desfases. A lo mejor no iba vestida con un abrigo de pieles, o llevaba joyas, o... qué sé yo, vivíamos bien.

Recuerdo la primera vez que nos drogamos juntos. Un par de tiros y una noche de sexo desenfrenado. Después de eso me aficioné a esnifar directamente de su culo o de sus tetas. Pero a ella no le parecía tan divertido o romántico como a mi. Ella prefería beber de la botella de ginebra mientras yo me enzarpaba con la blanca. Éramos perfectos.

Pero un día se fue. Esa noche discutimos, pero... ella no gritaba. Se resignaba y encajaba los insultos con un simple 'si', o 'ya', pero no contestaba. Le pregunté: 'cariño, ¿te pasa algo? Amor, sabes que puedes contarme lo que sea.' Pero se limitó a decirme que no, que estaba muy cansada. Nos fuimos a dormir y a la mañana siguiente ya no estaba. Había dejado una nota en la mesa y nada más.

Lloré como una maricona. Como una puta maricona. La mujer de mi vida se había marchado para siempre y no iba a volver. Claro que no iba a volver. Había tenido el valor suficiente para salir de este infierno, cómo coño iba a querer volver. Esa noche bebí más de la cuenta y me tomé medio armario de las medicinas. Me desperté a los tres días en un hospital cercano. Estuve muy a punto de palmarla. Qué más da. Sin ella, lo único que me parece atractivo es la muerte.

Nada importa ya. Lo único que ha cambiado es el coño donde la meto, las tetas donde esnifo y el vestido en el que me corro. Pero la echo de menos. Había noches en las que le olía el pelo mientras ella lo echaba todo por la taza. Y en ese momento era feliz. Me sentía el hombre más importante del mundo. No como ahora. Ahora no tengo nada. Picotazos en los brazos y en el corazón. Que sangre la nariz por 'pasarme de la raya' o que me sangren los nudillos.

Pero aún tengo una bala en la recámara. Y no hablo de metáforas o alguna mierda de esas. Guardo una pistola en el cajón y la bala que hay en el tambor lleva mi nombre. Lleva ahí mucho tiempo, durmiendo, esperando a que la despierte. Buscaré alguna camarera aspirante a actriz, le invitaré a un par de tragos, nos drogaremos, me la follaré y le diré que la amo. Y después, cuando ella duerma... ¡PUM! De cabeza al infierno. Esperando lo que haga falta hasta que ella regrese. Hasta que mi reina se siente en el trono que le corresponde.

Te esperaré, cariño. Porque lo nuestro era perfecto.

Arehucas for the win

Qué mejor manera de empezar de nuevo que una noche de borrachera. Pero no una noche de borrachera común, no, una noche de tener que revisar lo que he escrito una y otra vez.

La gente es la de siempre, aunque falten algunos porque están de vacaciones. El Arehucas corre por mis venas, seguido muy de cerca por la Mahou clásica (yo soy muy de tirar de clásicos) y de chupitos de a saber qué. Pitis a mil, nada de porros. Esos son para noches de relax.

De garitos por el barrio. Para qué irse más lejos. Con un huracán en el estómago. Avisando a papá y mamá de que no me levanten para comer. El dolor de cabeza va a ser monumental. Esperemos a ver qué pasa.

Con una ex toda la noche a menos de cinco metros. Todo movidas. Tirarle de nuevo los trastos sería meterse de nuevo en movidas que te cagas. Paso de malas historias. Ahora mismo no, pero mañana pasaría de movidas raras por culpa de mi buen amigo el alcohol. Joder, todo me da mil vueltas. Tengo una cara de perro que no puedo con ella.

Encima, con dos restregándome sus pedos por la playa, otra a punto que es inaccesible por ser familiar de un colega, y yo tirando de pajas desde la última. Es una mierda terrible, en serio. Falto de polvos, de cariño, de abrazos... Me la suda. Los colegas ayudan, pero hay cosas que no pueden suplir. Una paja es una paja, pero si te la hace otra es mucho mejor.

Las 5:44 de la mañana y la cabeza sigue dándome mil vueltas. La resaca empieza a presentarse. Nadie le ha invitado a la fiesta, pero siempre llega la última y se queda a recoger. Puta.

Los pies se han quedado de garitos por el barrio, con toda mi pasta. Mi calle vuelve a hacerse interminable. Sólo, sin música, con la calle boca abajo... es una puta mierda terrible, de veras.

Sólo quería contaros la última que me... NOS hemos pillado. No es la última, ni mucho menos, pero dale hueco. La cartera está vacía. El estómago está diciendo que hay demasiado, y el hígado pidiendo aire. El portátil da vueltas también. Si no hay faltas de ortografía... me merezco un polvo. Aplicaros el cuento, chatas...

Podría seguir escribiendo, pero necesito dormir. En serio, la borrachera es de proporciones bíblicas. Espero que mañana pueda volver a andar. Transformo el agua en vino, o al menos entra pa'l cuerpo como tal...

Buenas noches y buenos días. Que tengáis un sábado tranquilo, como espero tenerlo yo.

Feliz cumpleaños, Sergio. Espero que todos sean así. Pero sin ex de por medio con las que no me puedo volver a liar, ni nada por el estilo.

Arehucas for the win.

Lo siento

-¿Cómo lo describirías?
*No lo sé. No hay un único polvo perfecto.
-¡No lo llames así! No es un polvo. Es... amor, puro... en su máxima expresión.
*No hay una única manera perfecta.
-Entonces explícame alguna.
*Si te la cuento perdería toda su perfección.
-Existen más.
*No me gusta desperdiciarlas.
-Que me la expliques.
*...de acuerdo: en el norte. Un acantilado. Una cena romántica improvisada. Dos platos, una vela, dos copas... Un mantel sobre la hierba más verde que hayas podido ver en toda tu vida. Detrás de nosotros... una casa de color blanco. Rodeada por una verja de madera. Con flores de todos los colores bajo las ventanas de la parte delantera. Y un camino de baldosas que te llevan directamente a la entrada, desde donde tú quieras.
-Y... ¿delante?
*El mar. La luna. Las estrellas. Los barcos que algún día llegarán a puerto. Los que se naufragarán en alguna isla tropical. El infinito.
-Qué más.
*Nada más. El fuego consumiendo lentamente la cera. El tiempo consumiendo lentamente nuestro espíritu.
-Y... ¿después?
*Y después... después hacer el amor. De tal manera que tus gemidos sirvan de guía a los barcos y no acaben estrellándose contra las rocas.
-... Bésame.
*No.
-Sólo es un juego. Nuestro juego. ¿Recuerdas?
*No puedes jugar... lo siento.
-¡Yo decidiré si puedo o no puedo jugar!
*¿Qué pasa con él?
-¡Es sólo un juego!
*Hay veces que los juegos duelen.
-Bésame... por favor.
*Lo siento...
-Es... un juego. Nuestro...
*Me temo que se terminó la partida.
-No...
*Te dije que no existía la perfección.
-Óscar...
*Lo siento.